Tras la investidura
Pues no sé qué le diga ·
La cuestión es que puede haber elecciones pronto en Cataluña y que ERC compite con la antigua Convergencia y con la nueva CUP, ambos dispuestos a pasarle facturaPasó la investidura y hay un Gobierno. Tras dos procesos electorales, con un resultado muy apretado, con toda la precariedad que deriva de las circunstancias ... en que se ha constituido, dejando tanto como quedó por el camino, pero hay un Gobierno. Y ahora viene lo más interesante, que es precisamente gobernar. Asunto que no va a ser precisamente fácil, porque las dificultades son bien evidentes, y conviene no obviarlo. Puede haber quien piense que, pasada la investidura, aunque haya sido por los pelos, ahora ya todo es táctica y estrategia, administración inteligente de los dineros y las decisiones, ganar tiempo, ocupar el escenario y, llegado el caso, aguantar el chaparrón y echarle paciencia. La política tiene algo de todo eso, y conocidos son los viejos adagios: gobernar es elegir, y elegir es preferir esto y despreciar aquello; gobernar desgasta, pero lo que verdaderamente desgasta es estar en la oposición.
Intuyo que esta vez no será suficiente aplicar esas clásicas recetas; tal vez no sea ni conveniente, ni oportuno, sino contraproducente. Simplemente porque, esta vez, las circunstancias internas y externas tienen poco precedente. Si hacemos un poco de memoria de toda esta etapa democrática, estaremos de acuerdo en que no hemos conocido otra situación similar, tan compleja en términos políticos. Momentos difíciles y complicaciones hubo, claro está; algunas muy graves, como bien sabemos, y de muy variada naturaleza. Pero en esto que llamo complejidad política, en el sentido más amplio del término, que es el que afecta a las condiciones objetivas en que se desenvuelve la acción de gobernar, yo creo que lo de ahora no tiene parangón.
En el recuento de las dificultades, lo primero de todo es el ambiente. Se intuía que iba a estar revuelto, pero cualquiera que haya seguido el debate de investidura, aunque simplemente lo haya escuchado, coincidirá en que el nivel de la crispación está entre alto y muy alto. Puede ser que los acontecimientos políticos del último quinquenio no hayan ayudado, que lo ajustado de la correlación de fuerzas, tan agrupadas en frentes, tampoco, y que la radicalización del lenguaje y el discurso, menos aún. Cuando los jóvenes de entonces hacíamos la mili, distinguíamos bien el avance en orden abierto y en orden de combate; ahora todo el avance es en orden de combate, y la resistencia también. Y es preocupante que la agresividad esté tan personalizada y que haya atisbos frecuentes y claros de odios recíprocos, con riesgo cierto de traslado a la sociedad. Tal vez la terminación del impasse electoral en que hemos estado instalados demasiado tiempo, y el comienzo de la acción de gobierno, devuelva las relaciones políticas a un ámbito algo más normalizado y tranquilo; pero no soy muy optimista al respecto, porque no parece que el juego democrático gobierno-oposición vaya a estar orientado por la templanza. Así que debiera ser un objetivo común rebajar la tensión, y a los partidos de la oposición, especialmente al que tiene más experiencia de gobierno, les es exigible una particular responsabilidad en esa tarea de moderación, a la que también el Gobierno debe contribuir con prudencia y mesura; a ninguno de los dos les interesa una dinámica que, al final, termina aprovechando a terceros que, estos sí, están en el extremo por convicción, sea a un lado o al otro del tablero.
Las otras dificultades, más allá del ruido ambiental, van a depender más del propio Gobierno, porque están relacionadas con su composición y con los apoyos externos que le han permitido existir. No olvidemos algo elemental: las elecciones se repitieron precisamente con la intención de evitar las dos cosas que se han terminado haciendo; esto es, la coalición con un socio que no se deseaba y la autonomía respecto de un aliado indeseable. Así que la carga de la prueba está perfectamente invertida en ambos casos.
Se tratará, por un lado, de hacer útil y creíble la coalición con Podemos; y, por otro, de hacer visibles los límites a los objetivos que ERC planteará más pronto que tarde en la mesa de negociación. Lo primero será más fácil, porque a las dos partes afectadas les conviene que lo sea, una vez dado el paso; además, lo social siempre fue más agradecido que lo territorial y, andando el tiempo, hasta puede que sea bueno para el futuro experimentar esta novedosa fórmula y que tengan su bautismo de realidad gubernamental quienes hasta hace bien poco acampaban fuera de un sistema que ahora deberán gestionar. Habrá alguna que otra disfunción y alguna que otra estridencia; pero las dos partes estarán interesadas en corregirlas.
El escollo principal será el otro: el acuerdo con ERC tiene mucha indeterminación, y en asuntos muy esenciales. No digo que tenga mucha ambigüedad, que son cosas distintas, pero la indeterminación se puede convertir fácilmente en ambigüedad si no hay precisiones relativamente pronto. Más claro: el PSOE ha dicho, a propósito de la ya famosa consulta pactada, que ahí no encaja un referéndum de autodeterminación; que lo más que encaja sería una reforma constitucional, primero, y del Estatut catalán, después, con la respectiva votación de lo uno y lo otro en España y en Cataluña, por ese orden. Pero ERC aún no ha dicho que podría estar dispuesta a estudiar alguna salida al conflicto que no pase necesariamente por un referéndum en que se ponga a votación la secesión, aunque de momento sea sólo como hipótesis para empezar a hablar; más bien lo que ha dicho es que no renuncia a nada y que la gobernabilidad de España no es precisamente su anhelo más querido. La cuestión es que puede haber elecciones pronto en Cataluña y que ERC compite con la antigua Convergencia y con la nueva CUP, ambos dispuestos a pasarle factura. Pero esto pasa en las mejores familias; sin ir más lejos, le pasa al PSOE con Podemos, ahora un poco menos, y al PP con Vox, ahora un poco más; todos tienen su discurso condicionado por la competencia, pero la clave está en que cada uno tenga claro su papel, sus objetivos y sus límites.
Como verán, mucha tela que cortar en este año de cifra tan redonda.
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