El síndrome de septiembre
Siento que, en esto de los amores tardíos, se cumple la máxima de que más vale lo malo conocido que lo peor por conocer
Todas las personas casadas deberíamos tener un amigo soltero en búsqueda permanente del amor, sobre todo cuando ya se han cumplido unos años. Le aseguro ... que no hay mejor pegamento, terapia o bloqueador de crisis. Uno puede evolucionar a través de sus propias experiencias o mediante el sufrimiento de los demás. Y tras largas conversaciones con mis solteras, siento que, en esto de los amores tardíos, se cumple la máxima de que más vale lo malo conocido que lo peor por conocer.
No voy a dar detalles de sus cuitas amorosas, porque tampoco se trata de hacer escarnio público de su pésimo ojo, pero enamorarse en tiempos de postureo, redes sociales y autobombo se me antoja complicadísimo. Si uno desdeña el cinismo, corre el riesgo de tropezar constantemente en todas y cada una de las piedras del camino. Y no sé si eso es peor o mejor que convertirse en un descreído del cuento amoroso que desconfía hasta de la sombra que uno proyecta. Complicado.
En 2024, aumentaron los divorcios en España un 8,2%. Más de la mitad de las parejas que decidieron poner fin a su vida en común tenía hijos y la mayoría se encontraba entre los 40 y los 49 años. Por norma, la convivencia siempre supone un desgaste, aunque no tanto como las falsas expectativas y el exceso de tiempo compartido.
Los divorcios crecen tras las vacaciones; tanto que el fenómeno se ha elevado a categoría en la psicología de etiquetas: el síndrome de septiembre. Mientras unos piensan en apuntarse al gimnasio o comenzar con las clases de inglés siempre postergadas, otros deciden cortar por lo sano y sueñan con una bucólica vida en soltería. Hable con sus solteros antes, que el invierno es muy largo y, al final, nada es nunca tan bonito como parece.
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