Sobre identidades
«Se obvia que la identidad está compuesta de niveles; de manera que identificarse con el de pueblo o comarca no necesariamente ha de ser incompatible con el sentido de pertenencia a escalas mayores como la región o la nación»
Apuntaba –recientemente– el presidente del Consejo Económico y Social, en este periódico, que nuestra Comunidad Autónoma precisa un «plan estratégico de medio y largo plazo ... de manera dialogada y con acuerdos», porque –añadía– «tenemos que ser conscientes de qué queremos que sea Castilla y León dentro de 50 años». Y tal proyecto en común sobre lo que deseamos para esta región en el futuro no debería resultar ajeno al conocimiento de lo que creemos que somos: a la identidad de castellanos y leoneses. Es –seguramente– por la asunción de ello que el CES –junto a la Universidad de Valladolid– han propiciado la celebración, en los últimos días, del Primer Congreso sobre Identidades.
Endiablada palabra la de identidad que se corresponde con esa sensación de ser (o pertenecer a) algo: una nación, un pueblo, una cultura, un lugar. Palabra y concepto que son blandidos como un arma por algunos y, sin embargo, negados por otros. François Julien tituló retadoramente un libro acerca de esto afirmando con él que 'La identidad cultural no existe' (2017). Lo cual, viniendo de un filósofo francés no debe extrañarnos, ya que Francia se ha construido como nación a costa de asumir, en su visión centralista del Estado, la trituración de otras identidades. Además, autores como Zygmunt Bauman pondrían en duda en sus diálogos mantenidos en la obra 'Identidad' (2017), la supervivencia en el mundo actual de una identidad que no consista en una especie de bricolaje de identidades, lo que también se explica desde su propia biografía y contexto: los propios de tantos intelectuales que han encontrado en la globalidad de una élite transnacional su verdadera patria.
¿Qué pensarían ellos de la actividad promovida por el Conceyu País Llionés que, a mediados del pasado mes, buscaba obtener –con la creación de un 'Lexit' humano de unos 370 metros cuadrados– un record Guinness en su género? El evento, aderezado con música folklórica de la tierra, reunía características muy significativas de las reivindicaciones identitarias de hoy: lengua, tradiciones y espectacularización global (la identidad medida en kilómetros). Las identidades tienen que ver con lo «que hemos sido, somos y seremos» –como se decía desde el mismo Conceyu–; aunque el quid del asunto está en quiénes deciden –y cómo– a cada momento la resolución de tales cuestiones. Porque tienden a mezclarse e incluso a confundirse en una sola idea o modelo todos los niveles y tipos de identidad: la individual, la grupal, la colectiva…
Y, en el campo territorial, la comarcal, la provincial, la regional, la nacional. Pero, sobre todo –y más importante todavía–, se superpone lo político con lo cultural (lo que establece una vieja estrategia de manipulación empleada por las élites en el ámbito identitario). Se aceptaría, en fin, que si hay una posible diferenciación cultural puede deducirse que existe un pueblo y una nación en ciernes –o en el pasado– tras esas diferencias. De modo que la identificación cultural da pie a las reivindicaciones nacionales y la construcción de los nacionalismos a la pretendida homogeneización del pueblo-nación: somos esto y no lo otro, así que –supuestamente– desaparecen caracteres diferenciales como la clase, el género o la edad frente a los de fuera: quienes no son como nosotros.
Se obvia que la identidad está compuesta de niveles; de manera que identificarse con el de pueblo o comarca no necesariamente ha de ser incompatible con el sentido de pertenencia a escalas mayores como la región o la nación. Y que la identidad de un individuo o grupo deviene –igualmente– de complejas identificaciones en el orden social, sexual o religioso.
De forma que dichas marcas funcionan como vasos comunicantes. Y de ahí que –por ejemplo– el fracaso o deficiencia en la integración de una concepción determinada de nación se traduzca en radicalismos religiosos o de otra clase. Lo que, en cualquier caso, no puede eludirse es alguna suerte de identificación. Y es que, si la identidad no constituye exactamente una piel, sí que actúa como el vestido con que presentarse ante los demás: una especie de envoltura inevitable en el proceso de ser humanos.
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