Septiembre sin anestesia
Carta del director ·
«¿Entonces qué puede hacerse, se preguntará algún lector, desde un gobierno autonómico o incluso desde uno nacional? Poco. Casi nada. Me atrevería a decir que, principalmente, se puede aportar formalidad y no empeorar las cosas»Cuesta espigar en periódicos, digitales, radios y televisiones buenos augurios que describan lo que se avecina los próximos meses en el terreno político, social y ... económico. Lo novedoso, si acaso y de hecho, de este turbador arranque de curso, que en España culminará en las elecciones municipales de mayo de 2023, es la gravedad indisimulada con que se expresan nuestros dirigentes mundiales. El presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Jerome Powell, dijo hace una semana que la serie de medidas que está llevando a cabo el emisor monetario americano, además de reducir la inflación, «traerán algo de dolor a familias y empresas. Esos son los desafortunados costes de reducir la inflación, pero si no restauramos la estabilidad de los precios, el dolor será mucho mayor». El Banco Central Europeo, con un euro en constante caída que ya está emparejado en valor con el dólar, ha mostrado las mismas prevenciones a través de su máxima responsable, Christine Lagarde. Y Macron, el presidente francés, más globalista en su análisis, sentenciaba que estamos viviendo el «fin de la abundancia». Lo explicó así: «Esta descripción general que estoy dando, el fin de la abundancia, el fin de la despreocupación, el fin de las suposiciones, es en última instancia un punto de inflexión por el que estamos pasando que puede llevar a nuestros ciudadanos a sentir mucha ansiedad. Frente a esto, tenemos deberes, el primero de los cuales es hablar con franqueza y muy claro, sin agobios», añadió, después de apuntar que «nuestro sistema basado en la libertad en el que nos hemos acostumbrado a vivir, a veces, cuando necesitamos defenderlo, puede implicar hacer sacrificios». Como se ve, todo alegrías.
Básicamente, tenemos por delante la gestión a escala planetaria de un 'shock' energético sin precedentes. Producido principalmente por un foco de conflicto geopolítico de primer nivel en Ucrania, que compromete un orden mundial de derechos y libertades al que se suman los populismos de todo pelo y condición en muchos países de Europa -aquí miramos de reojo y con preocupación el ascenso en Italia de la ultraderechista Giorgia Meloni-. Todo lo cual ha precipitado e intensificado un contexto macroeconómico de fuerte inflación y de debilidad de nuestra moneda, el euro, que de nuevo pondrá de manifiesto las fortalezas financieras de unos países y otros en en seno de la Unión Europea. Lo comprobaremos en unas semanas.
¿Entonces qué puede hacerse, se preguntará algún lector, desde un gobierno autonómico o incluso desde uno nacional? Poco. Casi nada. Me atrevería a decir que, principalmente, se puede aportar formalidad y no empeorar las cosas. Hablar claro. Arrinconar las demagogias y a los demagogos. Pactar unos presupuestos responsables y sensatos. Cuidar de los más desfavorecidos. Tratar de armar debates sobre el largo plazo. Como se ve, en España y en Castilla y León, en ambas administraciones con dos gobiernos en uno, no estamos, por no entrar a valorar más detalles, como para tirar cohetes.
Conviene no equivocarse en el diagnóstico. No vivimos una crisis en la que, como ante el estallido de la burbuja inmobiliaria o hace nada con la pandemia, se puedan sentar nuestros dirigentes mundiales, darle al botón de la máquina de los billetes o las excepciones o los impuestos (como la excepción ibérica para topar el precio del gas) y solucionarla. La crisis, digo. Aquí lo que tenemos es un problema energético notable y no existe una máquina de fabricar y transportar gas. Ni electricidad. Ni parece que esté siendo sencillo ni rápido resolver la guerra con Putin. Todo esto nos pilla ya muy cansados como sociedad. Tras la crisis inmobiliaria, al poco de remontarla y dejarnos unos cuantos pelos en la gatera, tuvimos los populismos y la inestabilidad política, una pandemia, el bloqueo del comercio internacional, ahora una guerra, los precios por las nubes y pronto empezará a llamar a la puerta, pero en serio, la crisis climática… Esta vez no podemos darle a la máquina de billetes porque, por desgracia, las razones, el consenso y la moderación no se compran con dinero. Y porque el horizonte que se nubla ante nuestro calendario es el de una subida constante de tipos de interés que contengan el consumo y la escalada inflacionista, mucho más dolorosa, como advertía Powell, que todos los sacrificios que nos esperen. Ojo porque se acabó la anestesia de los cheques en blanco con tipo de interés cero.
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