Sacrificios
«Ignoro si esta huelga es cosa de la patronal o de la extrema derecha: lo único que recuerdo es el sacrificio diario de los curritos obligados a olvidarse de la familia»
Un familiar directo mío trabajó de camionero asalariado desde que acabó la mili hasta que se jubiló; en total, cuarenta años largos de conductor profesional ... para llevar a casa un salario medianamente digno haciendo más horas que un sereno. Su trabajo le permitió conocer restaurantes de carretera como El Chusma o La Coja, donde el cocido no se parecía nada al de Lhardy ni a las gambas, fresquísimas, de Casa Sala en Guadarrama. Más de una vez le acompañé en sus viajes y entendí la dureza de un trabajo que siguen desempeñando miles de pequeños transportistas que nos traen lo que necesitamos para vivir.
Aunque lo pasé bien en esas aventuras nunca sentí envidia de él. Comer una sopa de cocido tan espesa que las moscas podían aterrizar en el plato sin mojarse, mear en cuchitriles malolientes o esperar media jornada a recibir la carga dormitando encima del volante o en el camastro de atrás no es para presumir. Nunca le pregunté si le gustaba esa vida errante y sacrificada, pero desde entonces respeto a los que llevan y traen mercaderías por salarios que no son para tirar cohetes.
Ignoro si esta huelga es cosa de la patronal o de la extrema derecha: lo único que recuerdo es el sacrificio diario de los curritos obligados a olvidarse de la familia, a malcomer o hacer más guardia que el palo de la bandera. Con tacógrafo o sin él. Sufro la huelga, pero entiendo a sus protagonistas asalariados.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión