Los días que restan hasta las elecciones 'de proximidad' son un insulto a la inteligencia, dondequiera que esta yazca. En esencia, se trata del acceso ... a un cargo público o permanecer en él, como en otras convocatorias. En mi ingenuidad pragmática secular, creí que se llegaba a la política para aportar bagaje, vitalidad, compromiso, ansia por servir, honestidad, humildad y algo esencial: tener un curro al que regresar algún tiempo más tarde, una vez hecho el trabajo. Pero peinando la historia reciente de España, asumes que esos principios escasean, convirtiendo una tarea noble en puro envilecimiento.
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Arrastrábamos el yugo de la dictadura y, tras ella, en ese caladero obtuvieron réditos los partidos políticos. Con el advenimiento de la I Transición, se acordó robustecerlos, y ese fragor condujo a un empoderamiento perverso que colonizó el Estado. Se han apropiado de su estructura mediante una legitimidad espuria, conformando caras agencias de colocación. Aunque no concurran a estas elecciones, llama la atención el currículum de algunos especímenes. Ahondemos en la experiencia profesional de Mañueco, Ana Sánchez, Tudanca, Miquel Iceta, Irene Montero, o la de Pedro Sánchez. ¿De veras se enfrentaron alguna vez al desafío de soportar a un jefe narcisista durante años, o al rigor salarial, por ejemplo? Tan solo buscan renovar cada cuatro temporadas, como en el fútbol.
Peino las candidaturas municipales, miro alrededor y me topo con jóvenes que ven proyección para vivir de la 'res publica', como hicieron sus mentores. Sigo a diario esta pugna por colocarse y es desoladora, porque atisbo más vacío. Y al otro lado, la gente a quien engañan y cargan de problemas irresolubles. Son quienes sostienen el castillo de naipes, legitimando el sistema.
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