La ópera, como la vida, es pura representación. Hay quien es aclamado y quien cae en desgracia tras el aturdimiento de un éxito fabulado. Y ... la política discurre a través de un influjo similar. Valladolid, ciudad otrora cortesana, padece también ese divismo desafinado. Habrá votantes que estén encantados con mandatarios que viven la vida loca, aunque no creo que sean mayoría, sino tal vez producto de la asunción de prioridades más mundanas. Javier León, veinte años como alcalde, trufado de lamentables hitos; Puente, ocho, y portazo; Carnero, inédito, y puede que ninguno aprovechable por dejación de funciones y abuso de confianza, o un trampolín hacia quién sabe qué fantasía. Un trío de ediles aquejados de soberbia y ego pa' regalar. Del ginecólogo la gente quedó sobrada, también de Puente, y, en lo que respecta a JJC, ha dado tantas muestras de desahogo durante los primeros compases de su mandato que los grandes hitos de los anteriores podrían convertirse en 'peccata minuta'.
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Carnero, el alcalde multipista institucional, fraguó en el pasado un indudable reconocimiento a su labor durante su estancia en la Diputación. Aunque tras su paso por el gobierno regional pensó que su concurso merecía un aplauso infinito como consecuencia de su martirio político local. (Los altos funcionarios creen que el ganador lo merece todo cuando participan en la vida pública).
Carnero gobernará a distancia el Ayuntamiento como Puigdemont España si fragua el abigarramiento con Sánchez. Incluso este último podría presentar un palmarés más solvente ante sus electores que el amo del mando a distancia de la Corporación pucelana. Una de dos: o desconoce el escenario que pisa o los vallisoletanos viven en la inopia y olvidan con facilidad, que me da que no. Divos, ay.
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