De quién es España
«Mientras muchas familias luchan por una vivienda digna, grandes esquilmadores nacionales y extranjeros compran edificios, inflan precios y expulsan de sus barrios a quienes los habitaban»
Un país no lo sostienen los millonarios con maletines oscuros, sino el pueblo llano que madruga, trabaja y paga impuestos casi sin rechistar. Son las ... clases bajas y medias las que tejen la vida real. Enseñan, transportan, cultivan, cuidan y mantienen los servicios fundamentales que hoy se ven amenazados. Ese tejido humilde sostiene la nación, pero una minoría privilegiada lo exprime como si fuera un recurso inerte. Mientras muchas familias luchan por una vivienda digna, grandes esquilmadores nacionales y extranjeros compran edificios, inflan precios y expulsan de sus barrios a quienes los habitaban.
Ese derecho se sacrifica por beneficios que tributan poco o que aplican artimañas, esquivando al Tesoro y blanqueando fortunas, mientras el resto mantiene en pie al Estado. La ironía es brutal, porque cuando uno de esos plutócratas estrella su cochazo, es el sistema de emergencias público financiado por la mayoría el que acude en su auxilio. Esos mismos servicios que ellos tratan de desnutrir jugando al escondite tributario.Tras la extraña condena al fiscal general del Estado, y envuelto en una borrachera de celebración, el tándem González Amador-Díaz Ayuso y su ecosistema piden de paso la nulidad del proceso iniciado por Hacienda contra él, a pesar de haberse autoinculpado por fraude al erario público. Una vergüenza ya de por sí. Franco murió hace mucho tiempo (o poco, según se mire), pero sus estertores se perpetúan, enseñoreándose y dando lustre a los correajes. Da la sensación de que ahora sus herederos ideológicos estuviesen surfeando sobre la creciente ola de la añoranza. El dictador dejó bien cubiertos los riñones de sus descendientes. Metes el coche en un aparcamiento de Madrid y aciertas al apostar a que ese cobijo es propiedad de alguno de sus desahogados 'nanofranquitos'.
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