Si en España imperaran la educación y la lógica, nos ahorraríamos bochornos, ambiente chungo y estériles horas de discusión. Pero parece el nuestro un país ... que disfruta con las malas formas y poco dado a guardar las buenas. Lo vimos durante el debate de investidura reciente y se reeditará cuando se convoque el siguiente.
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Y es que la educación (más bien su ausencia) lo condiciona todo. Por ejemplo, no nos enzarzaríamos en asuntos que tan solo requieren aplicar el sentido común. Uno de ellos sería la inutilidad de la nueva ley de protección animal, que conminará a aplicar algunas obligaciones delirantes. Una de ellas es la de que los dueños de perros tomen un curso de capacitación para tener uno. La norma plantea que se hará online. No han tenido en cuenta que un significativo número de españoles carecen de conexión y habilidades para realizar esos cursillos. Pienso en la gente de cierta edad, sin profundizar en otros estratos sociales con carencias más sangrantes. Es solo una muestra de los sinsentidos de la dichosa ley.
El sentido de la responsabilidad y la lógica dictan también que el crecimiento desmedido de las manadas de lobos compromete la supervivencia de muchas explotaciones ovinas, cuyos propietarios claman por abrir la mano que protege más al depredador que al hombre. Por el contrario, no se persigue con el mismo celo a los que ahorcan a los galgos en los pueblos, aun conociendo a quienes perpetran semejante grado de crueldad, por eludir enfrentamientos en favor de la convivencia.
Pero el español medio se ve arrastrado a la arena del coliseo para defenderse de especímenes con escaño. Quién nos protegerá de Abascal, que desde la tribuna del Congreso animó a que los españoles salgamos a la calle para mantener la integridad de la patria 'manu militari'.
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