El chupinazo de Santos Cerdán
Menudo siglo llevamos viendo personalidades de todos los colores en instituciones penitenciarias. Esto demuestra que no hay impunidad en España, sin duda
Televisiones de todo el mundo mostrarán estos días los encierros en Pamplona, folklórica alternativa a otras pésimas noticias sobre corrupción, registros de la guardia civil ... o colapsos en trenes y aeropuertos. Tras demasiadas noches tórridas, no es extraño tener pesadillas en las que aparezcan morlacos con los rostros de Koldo, Ábalos y Cerdán. Si no morimos de calor encerrados en un AVE y salvamos San Fermín, será de milagro.
Milagro es el pueblo de Navarra donde nació 'Santi' (Santos Cerdán), quien este año se pierde el chupinazo, las corridas (de cualquier especie) y aquellas costumbres que seguro ha disfrutado tanto, puede que incluso con la actual presidenta de su Nafarroa, muy cuitada ella. Quizás desde la cárcel de Soto del Real pueda ver en pantalla los derrapes por calle estafeta, comentarles a sus compañeros de celda cómo ponerse bien el pañuelo rojillo o ligar el calimocho con caldos finos y cola light, que los de 1969 ya no estamos para demasiados excesos.
Espectadores privilegiados de prisión, los que lleven décadas allí, entre rejas, pensarán que antes o después varios de los que salen en las noticias terminarán jugando al mus con ellos para pasar el tiempo. Menudo siglo llevamos viendo personalidades de todos los colores en instituciones penitenciarias. Esto demuestra que no hay impunidad en España, sin duda. Nadie se libra de purgar sus delitos cuando la justicia los constata, así que maleantes profesionales conviven con otros peores, codiciosos sin escrúpulos.
Útil es el mensaje de prevención general y especial, es decir, el aviso para navegantes o castigo para ejemplarizar, con el propósito de que no se repita otra vez en el futuro. Pero como Aristóteles tenía razón, el hombre es un animal político que tropieza contumaz en la misma mordida, se deja llevar por instintos primarios, mete la mano en la caja, intenta cepillarse lo que se le pone por delante e incluso vuelve a San Fermín después de sufrir una cornada.
¿Tiene arreglo tan desinhibido comportamiento? ¿Se refuerza el neocortex cerebral haciendo mindfullness privado de libertad? Es una pregunta retórica porque varios ejemplos demuestran que en la cárcel se piensa y escribe. Libros destacables se han redactado en tiempo de reclusión. Todo un género literario, desde El conde de Montecristo, Papillon, La isla de los hombres solos o lo de Mario Conde. Algunos son de ensayo, otros biografías o novelas; casi siempre intercalan percepciones personales con disculpas del propio proceder. Los mejores desvelan misterios que parecían impenetrables.
Y es que la intimidad tiene poco margen en un lugar tan vigilado. Así, la cárcel es un espacio donde se confiesan los secretos, se rompe el voto de silencio y se canta la Traviata, O sole mío, la Internacional o la lista de los reyes godos, cualquier cosa con tal de reducir un poco más la condena. Si ustedes no están para ir de festival musical veraniego, reserven cervezas frías (con o sin alcohol) y atiendan a las noticias hasta escuchar el repertorio, aunque advierto que un cantante solo no ofrecerá el concierto completo. Serán necesarios los tres tenores.
Si coincidieran en la misma galería, este año los periódicos no necesitarían la clásica 'serpiente de verano', ese patético vídeo de una culebra perdida en cualquier finca urbana, más asustada que los vecinos. Plataformas que cobran por nuestra atención creando series, perderían audiencia porque la realidad, como siempre, superaría con mucho la ficción. A falta de fútbol, ya pasado el mes de julio, volveríamos a escuchar un gran chupinazo, la particular bomba de Santos Cerdán.
Material radioactivo no le faltará, creo, porque desde su privilegiada posición debió tener acceso a todos los tejemanejes con otros socios del gobierno, incluido Puigdemont, datos mucho más valiosos que los de Aldama. Como mayoral de la 'ganadería' (expresión recurrente en los audios aportados por la UCO) pastoreaba con vara alta a los suyos, que no eran victorinos, ni cebada gago, ni miuras. Póngales si osan elucubrar iniciales a esos astados. También salen en pantallas por todas partes.
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