Refranero
Algo que decir ·
«No es que el tiempo sea caprichoso: lo que sucede es que a veces olvidamos que cada estación tiene su propio calendario»Tengo la impresión de que no es la primera vez que escribo de los caprichos del clima: bien sea porque hace calor en invierno o un frío que pela a principios de verano. Ya mi santa madre repetía una frase sobre el biruji: «En mayo, la vieja quemó su escaño; y en junio, porque no lo tuvo». Por si no lo entendíamos, añadía: «¡A ver, lo había quemado en mayo!». Desde entonces no me sorprenden noticias sobre la posibilidad de que escarche mañana y eche a perder los espárragos, las zanahorias, los almendrucos y cualquier cosa que pille por delante. Nada que pueda asustar a los que viven del campo desde tiempo inmemorial y que cuentan con la posibilidad de no hacer caja en el mercado con esos y otros productos.
Los labriegos más previsores suelen actuar en dos frentes: primero, no fiarse del clima por benigno que parezca, y segundo compensar las posibles pérdidas aprovechando las garantías de Agroseguro, un consorcio formado por el Estado y una veintena de compañías que pagan el pato cuando el clima se tuerce por «riesgos imprevisibles no controlables». O sea, por casi todo. No es que el tiempo sea caprichoso: lo que sucede es que a veces olvidamos que cada estación tiene su propio calendario, que no siempre coincide con el nuestro, y el refranero español está lleno de sentencias como esa de no quitarse el sayo hasta el cuarenta de mayo. Que cae en junio.