Alberto Núñez Feijóo en un acto del PP en Lugo. Eliseo Trigo / EFE

¿Quiere Feijóo ser presidente?

Dados rodando ·

«Hace falta nitidez en las propuestas, solidez en el proyecto y demostrar unas ganas inmensas de ganar»

Antonio San José

Valladolid

Martes, 1 de noviembre 2022, 00:08

Con todos los respetos, Madrid no es Santiago de Compostela, ni la política nacional tiene que ver con el equilibrio de fuerzas en Galicia, donde ... el PP dominaba la partida de largo. Con un equipo cohesionado, muchos años de trabajo constante, una inteligencia natural para leer las diferentes situaciones y una personalidad que inspira tranquilidad y confianza a partes iguales, Alberto Núñez Feijóo se asemejaba a un virrey que obtenía mayorías absolutas consecutivas sin que nadie amenazara su monopolio. Seguramente, fatigado por la rutina y llamado por las bases de su partido, por segunda vez, se decidió, esta vez sí, a dar el paso y ponerse al frente del PP nacional sucediendo a un líder tan volátil como Pablo Casado, echado por los suyos y víctima de una calamitosa gestión en la relación con la líderesa de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

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Feijóo llegó a Génova 13 encarnando la esperanza blanca del centro derecha español. Una persona seria, fiable y previsible. Una figura con experiencia que oponer a Sánchez, y, además, gallego ejerciente para contener a Ayuso y encarrilar la complicada relación con la Puerta del Sol, allí donde se cruzan los caminos de toda la política del PP. Nuestro hombre no tiene el magnetismo de los políticos que exudan liderazgo ni el desparpajo de los que palmean a la espalda y abrazan a las farolas. Lo suyo es, sin duda, mucho más contenido. Se atisba un importante porcentaje de timidez en la personalidad del presidente popular que intenta conjurar con una exquisita educación y un intento de resultar gracioso, aunque a veces esa pretensión no se materialice a ojos de sus interlocutores.

Partidario de no hacer demasiado ruido, cometió el primer error al dejar las cosas casi como estaban: Cuca Gamarra de número dos del partido y portavoz en el Congreso y Javier Maroto en el Senado, y solo tímidos cambios en la estructura. Dejó vivo como militante y parlamentario al denostado Teodoro García Egea y lo sustituyó por Elías Bendodo, que tan eficaz le había resultado a Juanma Moreno en Andalucía. Su incorporación, junto con Miguel Tellado como vicesecretario y parte del equipo que tenia en San Caetano, hace que su liderazgo no termine de asentarse porque trasladar miméticamente una estructura valida para un entorno a otro completamente distinto requiere adaptación y una experiencia vital curtida en las batallas palaciegas del foro de la que todos ellos carecen.

En los últimos tiempos a Alberto Núñez Feijóo se le percibe algo desconectado, a pesar de los buenos indicadores de las encuestas. Da la impresión de que en más de una ocasión se habrá hecho la reflexión de ¿qué está haciendo en medio de esta lucha de lobos capitalina con lo tranquilo que vivía en Galicia? Las ganas de ser presidente del Gobierno de España se tienen que notar, y eso en Pedro Sánchez no deja lugar a la más mínima duda. Ahora es Feijóo quien tiene que mostrárselas a la opinión publica: a los suyos, que ya le votan, a los desencantados del PP que se marcharon a Vox y también a los que huyeron a Ciudadanos. Su misión histórica es unir a todo el sector de centro derecha de este país y abanderar un necesario proyecto de regeneración política que acabe con la división y los extremismos que encarna el actual inquilino de La Moncloa.

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Hace falta nitidez en las propuestas, solidez en el proyecto y demostrar unas ganas inmensas de ganar. Llegará al poder, pero debería dejar ver nítidamente que esa es la ilusión de su vida.

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