Querido alcalde
Rincón por rincón ·
Mirar a Castilla y León en el espejo de Aragón, exigir 'engordar' Valladolid como remedio a la despoblación en el medio rural en el resto de provincias es, simplemente, caminar por estas tierras con los ojos bien cerradosRecuerdo los tiempos en los que el alcalde de Valladolid, entonces sereno y campechano, acudía a León para conocer sus calles, empatizar con sus vecinos ... y desear todo tipo de dichas a los leoneses. Qué entrañables aquellos momentos, con su graciosa figura entrecruzándose con los visitantes y siempre envuelta entre saludos por doquier.
Aquellas fotos entrañables de la mano de Silván, con cariñoso 'selfie' incluido a los pies de la Catedral de León, mostraban a un Óscar Puente convencido en aquellas fechas de que «caminando juntos se llega más lejos» y que León y Valladolid, Valladolid y León, deberían entender esa filosofía para ganar terreno social, económico e industrial.
Eran otros tiempos, más estéticos, con seguridad; más, cínicos quizá. Puede que entonces todo fuera pura fachada, una mentira, una pose para hacer pensar que la cordialidad imperaba cuando, en realidad, los demonios recorrían por el interior del personaje y simplemente oscultaba León para conocer todo lo que le podía debilidad.
Pasado aquel tiempo de cordialidad, aquellos días en los que la cecina seducía a los comensales en el mismo escenario en el que prendió la semilla de la democracia, la Colegiata de San Isidoro, Óscar Puente ha sacado su colmillo.
Lícito es, y hasta obligado, que el alcalde de Valladolid defienda los intereses de la capital que representa. Lo contrario sería un triste ejercicio de irresponsabilidad. Pero esa defensa, esperada y admitida, no precisa en ningún caso del distorsionado ataque al resto de provincias de la comunidad, y en especial a León.
Óscar Puente se confunde de principio a fin en el análisis de situación, en el desarrollo de las soluciones económicas, empresariales y sociales para la comunidad y, por supuesto, se equivoca en el balance de la realidad que sustenta a estas dos regiones bajo un único paraguas.
Mirar a Castilla y León en el espejo de Aragón, exigir 'engordar' Valladolid como remedio a la despoblación en el medio rural en el resto de provincias es, simplemente, caminar por estas tierras con los ojos bien cerrados y una buena dosis de cera en los oídos.
Castilla y León no se puede comparar con Aragón. No admite una comparación estructural, no la tiene. Básicamente, porque Aragón tiene 47.700 kilómetros cuadrados, tres provincias y 1,3 millones de habitantes. Esta comunidad, la de Puente, es más grande que Portugal, tiene 92.000 kilómetros cuadrados, nueve provincias y una población de 2,4 millones de personas.
Vistas las cifras, intentar fijar un cierto paralelismo es un torpe ejercicio de realismo, una burla a los parámetros poblacionales y un insulto al realismo.
El discurso de Puente, en otros momentos afable y sensible, es hoy insultante y provocador no solo con León, sino con cualquier otra provincia de esta extensa, diversa y condicionada comunidad. Es un discurso «egoísta, oportunista y provocador», según sus propios compañeros de partido.
No parece de recibo que los excesos verbales de los representantes públicos sirvan para alimentar las diferencias y para sembrar el odio, más cuando León y Valladolid siempre se han mirado de reojo.
Debería el edil socialista abrir un periodo de reflexión, recorrer la comunidad, y luego volver a opinar. Cuando la situación es la actual, cuando estas tierras se secan por la falta de proyectos y por los errores políticos, creer que engordar Valladolid es la solución de todos los males es un pensamiento tan triste que solo invita a creer en que la clase política de hoy merece un urgente 'plan renove'.
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