Puestos a discutir
Es de lamentar que, cuando fue posible, no se planteara formalmente un intento serio de buscar solución entre PP y PSOE si de verdad se quería neutralizar a Vox
Decía yo en mi anterior entrega, primera del año, que se acercaban tiempos frenéticos de calentamiento preelectoral, y que era muy probable que el ... año entrante se fuera desenvolviendo en modo «campaña permanente». Pues ya lo ven; saltó una primera chispa con ese asunto tan inoportuno del «protocolo» (antiabortista o provida, según las versiones) y las máquinas se pusieron en marcha. No será de extrañar que esto siga así hasta mayo, sobre todo si surgen motivos tan propicios como éste, y que luego incluso se recrudezca hasta el siguiente envite a final de año.
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Y hay más: por delicados que sean los temas que salten a escena no habrá mucho margen para el pincel fino de los matices; más bien brocha gorda y mucha pintura. El citado asunto del «protocolo» lo muestra bien. A día de hoy no ha terminado de estar claro si el protocolo existía y cuál era su contenido exacto, o si se trataba de una declaración de intenciones, de una previsión poco perfilada, o algo parecido.
No deja de ser curioso que se hayan ido encadenando toda una serie de hipótesis sin haber visto un papel concreto donde alguna de ellas estuviera escrita. Se ha dicho que era obligatorio para el médico poner delante de la mujer que pretendiera interrumpir su embarazo la ecografía en 4D y los latidos del feto; también que era voluntario, para él, para la mujer o para ambos; que su iniciativa no iba más allá de informar sobre la disponibilidad de esos elementos, por si la mujer consentía en mirar o escuchar; que debía dar un paso más, y ofrecer, sugerir, aconsejar, mostrar, etcétera, salvo que la mujer lo rechazara expresamente. Se abrió de inmediato un debate de competencias: que hay legislación estatal sobre el asunto, que si es una cuestión de derechos de la mujer, de alcance de la prestación sanitaria del médico, de los límites de lo uno y lo otro.
Todo, dicho sea de paso, estando aún pendiente la resolución del recurso de inconstitucionalidad contra la ley vigente, sometida, a su vez, a un proceso de reforma en el Parlamento.
Un verdadero espectáculo, colmado de imprudencia, de insensatez y de irresponsabilidad, en un tema especialmente delicado. Y poco oportuno en tiempo y forma; o muy oportuno según los intereses de cada uno. Porque, de inmediato, saltó la variante política de fondo: se habló de ruptura de la coalición de gobierno, de reducirla a Gobierno en minoría, con un pacto parlamentario; o sin tal pacto; de ceses y dimisiones; de mociones de confianza o de censura; de disolver las Cortes de Castilla y León y convocar otras elecciones anticipadas, no ahora mismo, sino coincidiendo con las elecciones municipales de mayo. También en esto todas las hipótesis. Sin saber quién querría romper, si es que puede, y quién querría seguir, si es que debe. Y sin saber si el asunto continúa, si está parado, si hay algún acuerdo en algún sentido.
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Porque de repente parece que se calma el fuego, y al rato alguien vuelve a soplar y lo aviva. Así que, vista la polvareda, no hay más remedio que volver al punto de partida. Las coaliciones de gobierno, mientras duran, no son una fusión que extinga a los coaligados; otra cosa es que, al terminar, uno absorba al otro y lo extinga. Ciudadanos sabe algo de esto. Pero mientras dura están ahí; son dos partidos, al margen de que tengan más o menos cercanía. Cada uno tiene su identidad, su proyecto y su discurso, sin perjuicio de que hayan acordado un programa de gobierno que obliga a ambos. Por eso tiene que estar muy claro, y muy distinguido, lo que se dice como expresión del proyecto propio, que no tiene por qué ser compartido, y lo que se anuncia o se propone como expresión del programa de gobierno acordado. Si esto no está claro, y no parece que lo esté en el Gobierno regional, el riesgo de la turbulencia es continuo y creciente. Ha pasado también con frecuencia entre el PSOE y Podemos en el Gobierno de la Nación; pero ocurre que las connotaciones de VOX son muy especiales y que las estridencias que viene generando son potencialmente muy dañinas para la estrategia general del PP, pensada y aplicada, con muchos altibajos en su ejecución, para asentar electorado en el centro político, donde en su día vivió Ciudadanos, como hasta ahora lo hizo con éxito en Galicia, en Andalucía, incluso en Madrid o aquí.
Es de suponer que en el PP lo saben y que harán lo posible por evitarlo, poniendo límites y marcando territorio y distancia, con suficiente firmeza, frente a VOX; no solo para frenarlo; también, y sobre todo, para recuperar apoyo de ahí, que antaño fue suyo, invocando voto útil. El discurso será el más simple de todos: concentrar el voto suma más en representación y produce menos dependencia.
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Todo eso es de suponer; y también es de lamentar que, cuando fue posible, no se planteara formalmente un intento serio de buscar solución entre los dos partidos principales, PP y PSOE, si de verdad se quería neutralizar a Vox. Ni se pidió, ni se ofreció, una abstención y un gobierno en minoría, obligado a negociar, como alternativa factible. Más bien dio la impresión de que los dos preferían la coalición, solo que uno para usarla como instrumento y otro para utilizarla como argumento.
Y hasta aquí hemos llegado. Va a ser interesante, muy interesante, ver cómo se contraponen ahora los dos discursos que principalmente se van a confrontar: uno más centrado en la economía y en las medidas; otro más inclinado a la política y a las concesiones. De eso hablamos el próximo día, salvo que se cruce otro «protocolo» de lo que sea y vuelva la polvareda; que es, más o menos, lo que pasó esta vez.
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