Pobrecillos
La Canaleja ·
El embrollo catalán no se resolverá con el juego de palabras o la calculada filosofía de Illa, gane o pierdaEn el entierro de Ramón Cilla, el último día del primer invierno de la guerra, el del 37, cuentan que todo era confusión. El ... dibujante y pionero viñetista recibía sepultura en Salamanca cuando alguien exclamó: «¡pobre Cilla!» La expresión causó tal desconcierto que alguien preguntó: «¿pero si el finado era un hombre, por qué dice pobrecilla?». Humor en la despedida de quien también firmaba como 'Chiflatis' y que introdujo el modelo 'quisquilla' en sus caricaturas, con la cabeza del dibujado de un gran tamaño en proporción al cuerpo.
Con el paso de los años y aclarado el asunto, que Cilla era un señor y no una pobrecilla señora, les hablo –con permiso de otro enorme viñetista, el segoviano Pepe Orcajo, quien cuenta la anécdota–, de un juego de palabras similar que ha irrumpido en otro terrible momento histórico, en el que estamos también en guerra, aunque contra un virus y no entre nosotros, que ya es un elevado matiz. Es el caso de Illa, que parece salido de un conjunto de guateque de los 60 y a quien por esos absurdos parámetros de cuotas que rigen en la política le adjudicaron un ministerio 'maría' que ha resultado una asignatura hueso. Cosas de la pandemia, que ahora le han devuelto a su origen para presentarse a las elecciones catalanas, en cuya campaña comparece con el cartel: president Illa.
Y esto, como ocurrió con el pobre Cilla, ha generado una confusión, que esta vez va más allá del género. Porque el embrollo no se resolverá con el juego de palabras o la calculada filosofía de Illa, gane o pierda, que todos los indicios apuntan a que la división de los catalanes no se va enterrar en las urnas, sino que permanecerá como las caricaturas distorsionadas del dibujante. Pobrecillos, con president-illa u otro presidentillo.
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