Núñez de Arce: apasionado político, periodista y poeta
«Sensible ante la sociedad y capaz de transmitirle los valores aprendidos en su vida pública con los escritos de su prensa, los discursos de su política y los versos de su poesía»
El vallisoletano Gaspar Núñez de Arce (1832-1903) fue diputado, periodista, poeta y dramaturgo. Solicitó el premio Nobel y fue honrado por ilustre con ... bustos, calles, cruces, homenajes y panteones. De hijo de modesto cartero llegó a parlamentario, ministro y académico nacional.
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Su sensible vida política cultivó los valores de los profundos cambios de España en la segunda mitad del XIX y su literatura realista los difundió al pueblo. Comentaremos lo que aprendió de las crisis y lo que enseñó a la sociedad con sus artículos, dramas y poesías.
Procedía de un abuelo y un padre cartero perseguidos por los absolutistas. Tuvo una enfermiza niñez, con escoliosis vertebral y un temperamento melancólico y apagado. Él lamentó que le trataran como un ser anónimo. Se educó en la biblioteca de la catedral toledana para ir al seminario, pero lo rechazó y huyó a buscarse la vida en Madrid. No fue a la universidad. Se formó en la prensa que su padre pasaba a los buzones, aprendió que era una rampa de poder y la escogió para convertirse en político y escritor.
Fue diputado de Albacete, Valladolid y Castellón y acabó senador vitalicio. Se adaptó a los partidos progresista de Calvo Asensio, al unionista de O´Donnell, al de Serrano y al fusionista de Sagasta. Fue Gobernador civil de Barcelona, del Consejo de Estado, de la Junta Revolucionaria, ministro de Ultramar (1883) y directivo del Banco Hipotecario. Redactó el Manifiesto de la Revolución del 68 y parte de la Constitución de 1869.
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Sus cargos y escritos le consiguieron muy buenas relaciones sociales, conectó con literatos y élites políticas influyentes: Quintana, Calvo Asensio, O´Donnell, Serrano, Echegaray, Valera, Sagasta, Moret, Gullón, Labra, Villaverde, Galdós, Pardo Bazán, Ferrari, Menéndez Pelayo.
Al tiempo, padeció prisión, exilio, destierro, indulto, conspiración y crítica. Fue Ministro de Ultramar polémico en Cuba al no aplicar la abolición de la esclavitud, seguir el maltrato corporal de cubanos rebeldes y no respetar la libertad de prensa autonomista. Los antillanos lo tildaron de inepto, soberbio, arbitrario y vengativo. Fue olvidado en la etapa modernista y no se celebró el centenario de su muerte.
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Como periodista difundió sus escritos y alcanzó poder al colaborar en El Observador, fundar El Bachiller Honduras, dirigir El Contribuyente, redactar en La Iberia, El Constitucional, La Ilustración Española y Americana, Revista de España, El Imparcial, La Nación, El Heraldo de Madrid, El Diario de Barcelona, El Diario de la Marina (La Habana) o La Prensa (Buenos Aires). Destacaron Recuerdos de la Campaña de África, Miscelánea literaria y ¡Sursum corda! (escrito para recibir al siglo XX que le desbordó). Siendo Cronista de la Campaña de África (1859-60) en La Iberia, dejó el periódico por pedir la paz.
Algunas de sus obras fueron acusadas de no tener base filosófica y contener más sensaciones que conceptos. Se relacionó bien con literatos de Europa y América, pero se le acusó de no ser cosmopolita, ni valorar lo universal de la poesía, ni ir más allá del siglo XIX español. Por ello le criticaron Valera, Pardo Bazán, Labra y Menéndez Pelayo. U biógrafo Castillo y Soriano también dice que realizó más de 200 ediciones ilegales e hizo dobles publicaciones.
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Resumió en Gritos del combate las experiencias de los cambios culturales. Sus obras desarrollaron y difundieron hondas enseñanzas de las crisis vividas, pero no de todas. Aprendió la muerte del mundo medieval y valoró la naciente cultura burguesa, participó en la revolución liberal para abolir la vieja monarquía, se dejó absorber por la prensa, detestó la guerra carlista, creyó en la monarquía democrática y aceptó ser ministro en la Restauración.
Pero no creyó del todo en el sufragio universal. Rechazó la I Internacional, la Comuna de París, la rebelión cubana y criticó Ia I República. Ninguno de sus biógrafos ha señalado que aprendiera o divulgara los valores traídos por el federalismo, el anarquismo, el socialismo y sus sindicatos. Fue indeciso en los graves problemas coloniales de África y Cuba. Cuando España comenzaba a cambiar de identidad, al dejar de ser imperio y empezar a ser nación, dejó entrever en el Ateneo el afán regeneracionista de una patria religiosa y espiritual.
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Destacó su drama El haz de leña y su zarzuela Entre el Alcalde y el Rey (Arrieta). Fueron comentados sus discursos en la RAE contra los Austrias carentes de libertad religiosa y en el Ateneo de Madrid sobre exaltaciones y críticas de regionalismos y nacionalismos periféricos.
Le inquietaron dudas sobre poesía, política, religión, castellanismo, catalanismo, esclavismo y proteccionismo. Su creencia religiosa dudó tanto de la creación divina como de la evolución darwiniana. Defendió y criticó a Lutero en La visión de Fray Martín. Aunque fue miembro de la Junta revolucionaria de Cataluña, rechazó el particularismo catalán, se opuso a su repudio de la lengua y hegemonía castellana y le molestó que calificara de quijotesco el esfuerzo de España por reivindicar Gibraltar o conservar Cuba. Cantó el paisaje castellano en Un idilio y exaltó los simbolismos de Castilla, a veces en clave de nacionalismo español. Pero algunos le acusaron de relacionarse con el desastre financiero vallisoletano de 1854 y de tener alguna dificultad con su proteccionismo.
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Fue un político de luces y sombras. Sensible ante la sociedad y capaz de transmitirle los valores aprendidos en su vida pública con los escritos de su prensa, los discursos de su política y los versos de su poesía. Tal formación y compromiso social escasean hoy en nuestra cultura política.
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