Las Olimpiadas rusas de la guerra
Putin se entrega a la beligerancia de una contienda económica para imponerse con éxito a sus poderosos adversarios
Como si al Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa se le hubieran apagado las ideas, Vladimir Putin ha jugado en su ... tablero del ajedrez bélico un enroque largo en defensa de sus conquistas logradas contra Ucrania durante los primeros seis meses de una guerra sin fecha de caducidad. Esa confusa estratagema militar llevó a la derrota en los mismos campos de batalla hace ciento diez años a Napoleón Bonaparte tras celebrar él durante cinco días sus victorias en Moscú, ciudad en ascuas incendiada por los rusos, a la espera de lograr la capitulación del zar Alejandro I.
Putin se ha estrellado contra el bastión ucraniano alimentado generosamente por los aliados occidentales de la OTAN y se entrega a la beligerancia de una guerra económica para imponerse con éxito a sus poderosos adversarios. La agenda de esa guerra sangrienta, con el jaque mate largo y la ambición que vende falsas victorias, puede esperar.
La trama confusa de la guerra de Ucrania, más larga de lo que los estrategas oficiales pronosticaron, ha abierto nuevos horizontes favorables a la indispensable maniobra de la propaganda. Esta semana llega a su fin la VII Olimpiada de la Guerra, un oxímoron traducido de otro más convencional, 'International Army Games', que el Ministerio ruso de Defensa emplea para convocar cada año a los soldados de ejércitos los de países amigos para librar en las estepas siberianas una guerra inventada, un enfrentamiento amistoso, armado y deportivo.
Si la agenda de esa parodia bélica se cumple, esta semana se entregarán las medallas a los ganadores de cada especialidad para matar. Unos trescientos equipos bien armados de treinta y siete naciones compiten para alcanzar la victoria con títulos muy sugerentes: el 'asalto bajo el agua' o lucha submarina y el de mayor actualidad, el 'biatlon con tanques', inspirado en el deporte invernal del esquí que premia la habilidad de los competidores en terrenos difíciles y sus disparos precisos. Otra vistosa batalla se abrió este año a los espectadores en las afueras de Moscú, en el complejo militar de Alabino, donde los tanques T-72 B3 del ejército de Kirguistán se enfrentaron con valentía a los tanquistas de Xi Jinping y sus carros de combate 96B, mientras el público de adultos y niños aprendían a disparar ametralladoras y otras armas de fuego cargadas con balas de fogueo. Los soldaditos crecen a la vera del cuartel de Putin, pero él no logra atraer a los reclutas necesarios para ganar su guerra en Ucrania.
«Asistimos a una contienda de sainete entre países amigos, embrión quizás de una asociación militar a gran escala semejante a la OTAN protagonizada por Rusia y China»
En tal confuso estado de la opinión pública, conviene reiterar la vocación pacifista del gobierno y su voluntad de ganar la batalla de Ucrania, advirtió el coronel Alexander Lentsov, portavoz oficial de la guerra incruenta que pregona cada día el reparto y la entrega de medallas: «Rusia no ha cancelado ninguna actividad de entrenamiento o cooperación con sus aliados del mundo entero, porque nuestro ejército dispone de armas y tropas necesarias para conquistar la tierra rusa robada por los traidores ucranios». El Ministerio de la Guerra advirtió hace tres meses que Rusia solo emplea una parte del ejército ruso en la 'operación militar especial' de Ucrania, las tropas suficientes para alcanzar pronto sus objetivos sobre el terreno. La participación en esa olimpiada bélica inventada por Putin reúne este año a más participantes que en todas las ediciones anteriores. La mayor parte de naciones contendientes son retazos del antiguo bloque de países soviéticos y sus vecinos más fieles del continente asiático. Esa red clientelar de Rusia se completa con un grupo reducido de países africanos asistidos y deudores de la ayuda rusa y los impertérritos camaradas bolivarianos de Sudamérica.
El medallero olímpico de la contienda teatral culminará un año más con la victoria indiscutible de Rusia y apunta a futuros escenarios de los conflictos bélicos que se avecinan. Los barcos de guerra chinos y rusos compartirán el primer puesto para obtener la medalla de la 'Sea Cup', disputada con precisión de disparo en Tsingtao, en el Mar Amarillo, al oeste cercano de Corea del Sur y al norte de la isla de Taiwán. Todos celebran con júbilo y orgullo sus habilidades, como si la violencia y la sangre de la batalla no formaran parte del espectáculo. A tenor de los resultados olímpicos de este año, los kazajos mantienen la superioridad medieval en el tiro táctico y los buzos de la República Islámica de Irán siguen imbatibles en la guerra submarina.
La gran protagonista de las olimpiadas militares sigue siendo Rusia, patrocinadora y maestra en artes marciales aunque con escaso espíritu deportivo. Así se resuelve esa contienda de sainete entre países amigos, embrión quizás de una asociación militar a gran escala que podría tomar la forma de una alianza semejante a la OTAN protagonizada por Rusia y China.
A pesar del rugir de los cañones, el conflicto en Ucrania ha desaparecido de la primera línea de debate en Europa occidental, y ha descendido también la alarma ante un posible conflicto nuclear. El clima de la preocupación ciudadana, alimentado por las convulsiones de la economía mundial y los cambios políticos en varios países de la Unión Europea que se anuncian para el otoño, restringe el fervor del apoyo internacional favorable a los ucranianos agredidos. Occidente, sostienen los aliados de Putin, habría buscado menospreciar a Rusia con su veto económico y una asfixia estratégica. Pero Rusia nunca encontró su lugar en el mundo después la Guerra Fría. Moscú inventa ahora una competición lúdica y Europa tirita ante las amenazas del general invierno.
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