¡Terror en las aulas!
«Lo que menos necesitan nuestros alumnos es ver como los padres y docentes se tiran los trastos a la cabeza, porque aprovechan esa oportunidad para hacerse fuertes y justificar su falta de estudio o trabajo»
Por favor, ¡que abran ya los centros educativos! Este es el clamor popular de cientos y cientos de padres que se manifiestan por las calles ... de las diferentes ciudades españolas porque ya no saben qué hacer con sus hijos. Llevan tres meses de vacaciones y lo que al principio era todo luz y color ahora se ha convertido en una pesadilla.
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Todos los días detrás de ellos para que se levanten a una hora razonable, para que hagan sus labores del hogar, que suelen ser tan simples como hacer su cama o poner y quitar la mesa, que les obedezcan y no les contesten, que lleguen a la hora a casa…Vaya tarea que es ser padre. Si en nuestro país ya hay más animales de compañía que niños. Y eso tiene una lectura clara y rápida. Los adultos están cansados y en muchas ocasiones prefieren tener un perro o un gato que un niño. Requiere menos desgaste físico y sobre todo psíquico. ¿Dónde quedaron aquellas familias numerosas, que lejos del ultra catolicismo, se creaban hace no tantos años?
Esos niños que eran criados entre los padres y los vecinos. Y se convertían en hombres y mujeres de bien rápidamente y sin problemas. Ahora muchas de esas realidades han cambiado, por eso la idea de ser padre puede dar vértigo.
Y que dicen los alumnos con respecto a la vuelta al cole… ¡No quieren ir! Ni siquiera los más pequeños. Los ves por la calle, les preguntas y sus sonrisas se convierten en una cara de pena y resignación.
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Como docente siento hasta lástima por ellos. Parece que, en vez de ir al colegio a aprender, ver a sus amigos y pasarlo bien, tienen una sentencia de prisión de nueve meses y un día. ¿Qué pasa si le sacas el tema a un adolescente?, es capaz de marcharse dejándote con la palabra en la boca mientras va murmurando: ¡Qué imbécil este tío! Incluso a veces le pillas revisando el calendario escolar, pero no por interés sino para contar los días que faltan para las navidades.
No nos olvidemos de los docentes, los grandes damnificados del verano. Criticados, cada vez que alguna familia pasaba a su lado por sus largas y extensas vacaciones. En algunos pueblos o ciudades pequeñas han tenido que salir con la maleta a medio hacer de sus casas por miedo de ser linchados y ejecutados en la plaza mayor.
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Ahora que ya han vuelto, son los padres los que se relamen pensando en el curso que les espera.
En cierto modo parece que los niños son esa patata caliente que van pasando de mano en mano, entre el padre y el profesor y ninguno quiere quedársela por temor a que les explote.
Está claro que algo está fallando en el sistema educativo actual.
No paramos de ver debates en radio y televisión sobre la calidad del sistema educativo, sobre si es adecuado o no el uso de las nuevas tecnologías, si el docente se tiene que limitar a dar sus clases o debe ser miembro y parte activa de su educación. Ahora todo el mundo es experto y sabe perfectamente lo que está bien y lo que está mal.
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Surgen tantas respuestas como personas que se lo plantean. Todas diversas y muchas de ellas extremistas e incendiarias.
Lo que es totalmente incuestionable son todos los miedos, incertidumbres y cambios que acarrea la llegada de un nuevo curso escolar para cualquiera de sus miembros.
La LOMLOE está tambaleándose en la cuerda floja, apoyada por la administración, rechazada por muchos sectores de padres y docentes y alabada por otros.
Al final parece una disputa política más que educativa, en la que dependiendo del partido al que votes debes hablar bien o mal de ella. ¿es esta la educación que queremos?
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Pero la realidad de esta ley sigue siendo que, a pesar de llevar ya un tiempo, a los profesores les está costando sudor y lágrimas ponerla en marcha. No es nada fácil un cambio tan drástico en el modus operandi de los docentes y ni que decir tiene que el transmitirlo a alumnos y familias tampoco es sencillo.
Requiere mucho tiempo, dedicación y esfuerzo que puede irse por el retrete si el próximo año electoral al partido que gobierne le parece que no es una buena ley y decida modificarla.
En ese caso volveríamos a la casilla de salida, con el claro enfado, decepción y descontento de todos los que han invertido cientos de horas en preparar y asimilar los contenidos de la citada ley.
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No solo hay cambios legislativos cuando empieza un nuevo curso, hay modificaciones en los equipos docentes, que generan también un gasto energético para los profesores y para los alumnos también es algo nuevo que les puede crear miedo o incertidumbre.
El periodo de aclimatación de los alumnos ronda las dos o tres semanas. Entre que se ubican y tratan de recordar los conocimientos que tienen más que olvidados, pero que necesitan para poder comenzar un nuevo curso pueden pasar muchos días. Además, muchos no lo consiguen y empiezan flaqueando en la primera evaluación, y esta la arrastran todo el curso.
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Claro que todos les recomendamos que es muy importante llevar las cosas al día, que tienen que estudiar y hacer sus deberes, pero no todos lo hacen. Unos por pereza, otros por desidia y otros porque tienen problemas «más importantes«.
En definitiva, el comienzo del año escolar no es fácil para nadie. Pero si todos pusiésemos un poco de nuestra parte seguramente sería más llevadero. Lo que menos necesitan nuestros alumnos es ver como los padres y docentes se tiran los trastos a la cabeza, porque aprovechan esa oportunidad para hacerse fuertes y justificar su falta de estudio o trabajo. Necesitan ver que las cosas van bien, que los docentes, que son vocacionales en su gran mayoría, están preparados para enseñarles, apoyarles y guiarles.
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Que trabajan mano a mano con sus padres y que no hay ninguna fisura en esa unión.
Esto pasa por empoderar al docente, cuestionarle menos y dejar que haga su trabajo.
Todos sabemos que nadie es perfecto y que todos nos equivocamos, pero aprovechar un tropezón para machacar a un maestro es pan para hoy y hambre para mañana.
Los niños, que son futuros miembros productivos de esta sociedad, tienen que ver ese respeto y que en su educación su padre y madre van a una con su maestro. Ya tendrán tiempo los adultos de resolver sus diferencias, si es que las hay, a solas sin la presencia o escucha del estudiante.
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Solo así convertiremos el caos en cordura y el crecimiento personal y mental del alumno se incrementará exponencialmente.
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