Mussolini redivivo
El asalto al poder de los partidos populistas de distinta laya ha removido los cimientos de una República construida sobre las cenizas de una guerra perdida, cuya democracia viene demostrando su fortaleza desde hace setenta años
Un aluvión libresco agita Italia: el torrente editorial incontenible de tratados, novelas, tesis, cómics y panfletos acerca de la vida y la obra de Benito ... Mussolini, la memoria triste en imagen y letra del fascismo italiano, aún latente, y la probabilidad de su reencarnación en la Italia del siglo XXI. Los anaqueles de la Librería Cicerone (Largo Chigi, esquina con la romana Vía del Corso) soportan con esfuerzo el peso de esa remesa bibliográfica que satisface una demanda de la mayor actualidad. El asalto al poder de los partidos populistas de distinta laya ha removido los cimientos de una República construida sobre las cenizas de una guerra perdida, cuya democracia viene demostrando su fortaleza desde hace setenta años a pesar de la aparente ingobernabilidad del país.
La amenaza y agresividad de los partidos populistas (la Liga Norte y el Movimiento Cinco Estrellas (M5E), en cuyo ideario y programa estremecen las ideas xenófobas de la extrema derecha, sigue pesando en la opinión pública. La ruptura del pacto gubernamental que llevó a sus líderes al poder en junio de 2019 fue un experimento transitorio que duró apenas un año. Los historiadores han hurgado en los archivos y los politólogos hacen cuentas para determinar en qué medida aquella memoria del fascismo glorioso y la efigie melancólica del Duce en la tumba furtiva de su pueblo natal, Predappio de Emilia Romagna, alimentan la nostalgia y el voto de los italianos, hartos de soportar los recortes salariales, la invasión de los emigrantes y la corrupción de la política.
El torrente de papel impreso acerca de Mussolini y su dictadura, imperio y leyenda, se nutre a razón de un libro por semana. Su demanda responde, entre otras razones de carácter editorial, a la supuesta revelación de nuevos datos biográficos del Duce, a giros novelescos de la crónica del fascismo y a propaganda velada de los nuevos partidos populistas. Sin embargo, la mayor parte de esa bibliografía se instala en la tribuna de la denuncia y el combate contra la convulsión populista que consiguió el poder transitorio manejando las mismas claves de la propaganda que Mussolini activó para ganar el poder y protagonizar una de las dictaduras más originales y legendarias del siglo XX. Las claves de su poderío absoluto no nacieron de una revolución popular, tan al uso en aquellos años agitados en Europa, sino de una nueva estrategia de liderazgo que él puso en práctica desde que creara en Milán en marzo de 1919 los 'Fascios Italianos de Combate' o grupos armados de agitación, el germen del futuro Partido Nacional Fascista. La violencia y el sentimiento de un orgullo nacional herido fueron los dos resortes sobre los que creció la nueva Italia.
He aquí algunos de esos libros que han puesto de moda a Benito Mussolini, setenta y cinco años después de su fusilamiento en una pobre aldea cercana al lago de Como. El historiador napolitano Antonio Scurati declara al dictador italiano, en su novela biográfica 'M. Il figlio del secolo', como el primer populista autoritario moderno, líder supremo sin programa ni estrategia proyectada, dúctil en las decisiones y ligero en la palabra. Hacer política era para él un ejercicio grosero, casi irracional, prendido más en la emoción que en la razón. En uno de sus cuadernos de mando, el Duce fulgurante dejó esta anotación insoportable para cualquier político del compromiso: «Yo soy como los animales: siento los pormenores del tiempo futuro». Regir la vida humana por los instintos, como hacen los animales, es el mejor método para aniquilar la idea y la opinión, porque esos sentimientos animales suelen ser fruto del descontento y pesadilla, de resentimiento y desilusión. No puede haber política digna ni estrategia cierta nacidas en ese muladar de irracionalidad que es nutrido sólo por el rumor y el olor de la gente.
El modelo mussoliniano de dictador no tiene planes de futuro, pues va intuyendo e inventando su realidad posible adoctrinando al pueblo atolondrado, declara Antonio Scurati. El líder ya no es un revolucionario clásico ni desfila a la cabeza de la manifestación, sino que se pone detrás de la plebe azuzando los humores y animando los sentimientos de la bestia humana. Con menor brillantez y tanta violencia que Mussolini, su émulo hispano Francisco Franco escaló el poder gracias a una guerra fratricida y se mantuvo en su cúpula siguiendo esas mismas consignas. El Caudillo aprendió pronto la ley de la ductilidad y la circunstancia política cambiante, sólo obediente a los dogmas, que aplicó frente a sus contrincantes para hacerse con el poder absoluto aceptando el grado de Generalísimo y el cargo de Jefe de Gobierno «mientras dure la guerra» que acababa de empezar. Franco elevaría después al nivel más tosco su alejamiento de las ideas y el compromiso afirmando que él nunca hizo política. Así nació la nueva tipología del líder para una época de masas y el estilo de mando del populismo actual. La efigie de Donald Trump, tan grotesca como mussoliniana, y su gobernación basada en las emociones colectivas son el reflejo de esta nueva época de la democracia herida; del mismo modo que el talante chulesco del los cabecillas de Vox cuando pregonan con voz cavernosa sus odios a los homosexuales, los independentistas, los emigrantes y las feministas.
La tumba olvidada de Mussolini, un sencillo mausoleo perdido en la llanura de la Emilia Romagna, convoca cada año a unos cuantos miles de viejos fascistas en busca del éxtasis. Mientras esa exaltación declina, en las librerías italianas siguen apareciendo novelas y ensayos que desmienten las ingenuidades y sandeces que siguen circulando sobre del Duce (Francesco Filippi: «Mussolini ha fatto anche cose buone»), o examinan la raíz social del fascismo (Bruno Vespa: «Perché l¨Italia diventò fascista»). Ni Mussolini fue un monstruo comparable a Hitler, ni amaba tanto a los italianos ni tuvo romances con centenares de italianas. El mito del Duce, como el del Caudillo Franco, imitador suyo en el gesto y la oratoria, prosperó en época de glorias. Nunca más que hoy, tiempo de populismos galopantes, es necesario denunciar sus miserias y desmentir sus proezas.
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