Morir en la bañera
«Supongo que morir en la bañera remite al placer. Al placer de la sorpresa. A una sorpresa revestida enseguida de los elementos cómicos y sexuales necesarios»
Conozco un grupo de jóvenes que, ante cualquier sorpresa, en especial ante esas monumentales que cortan toda respuesta, eligen una expresión muy curiosa. No dicen ... nada semejante a «me dejas estupefacto» o «qué me estás contando», como suele ser lo habitual en señal de admiración o incredulidad, sino que repiten todos a la vez: «me muero en la bañera». No entiendo bien el sentido de la respuesta, aunque lo relaciono con quedarse bajo un pasmo erotizado. Sólo lo intuyo, porque si les interrogo se ríen entre ellos pero no me contestan.
Creo que son gais. Lo pienso por sus ademanes y sus gustos, pero no me atrevo a preguntárselo. Me parece una curiosidad extemporánea. No tengo suficiente confianza, aunque también percibo en mi silencio un prejuicio de los años, pues ellos no son de los que ni exhiben ni ocultan sus preferencias. Son como son, que es la tautología más difícil de llevar a la práctica. En mi descargo reconozco que vengo de un tiempo en que la sexualidad era un secreto y la homosexualidad una ofensa. Quizá en lo sucesivo deba hacer un esfuerzo y mostrarme más natural en estos temas, sin dejar que la inhibición me ponga un anacrónico bozal.
El próximo día que los vea me propongo preguntárselo directamente o al menos sacar la conversación con delicadeza. Sobre todo para que me expliquen si su orientación tiene algo que ver con lo de morir en la bañera. Me interesa saber si es una frase neutral o posee cierta connotación sexual que desconozco. A primera vista no lo relaciono, desde luego, con la muerte de Marat o de Séneca, que los cronistas sitúan en el cuarto de baño. El primero asesinado, mientras permanencia inerme y desarmado, y el segundo simplemente inmerso en el agua tras cortarse las venas para facilitar el sangrado.
Bien pensado, casi no necesito ni investigarlo. Gay viene de alegría y la alegría es el filtrado benefactor de la erótica, así que para sentirse alegres lo mejor es meterle erotismo a la vida por todas las rendijas que se puedan. Siempre que sea posible conviene adornar el júbilo con una chispa carnal. Algunos pensarán que eso es un comportamiento algo histriónico, a lo que se puede contestar que sí, que en efecto lo es. Pero la histeria no es solo el campo de la teatralidad y la impostura sino de la verdad de la vida y del deseo. Así que me adelanto a ellos, caso de que acierte con mi impresión, lanzando un hurra a favor de lo histérico.
Supongo que morir en la bañera remite al placer. Al placer de la sorpresa. A una sorpresa revestida enseguida de los elementos cómicos y sexuales necesarios. Es elegir la despedida final, pero en el seno orgiástico del deseo. Quien pierde la vida en la bañera viene a decirle a la muerte «¡a mí con esas no me vengas!», que estoy aquí esperando a mis amigos para compartir con la carne y el agua nuestro desamparo.
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