Milagro de supervivencia

Perdido el pulso de la nación queda un conformismo amorfo, un recurso de supervivencia tal vez muy necesario pero a todas luces ineficaz. Vivimos un tiempo descorazonador en el que vivir no es un aliciente, tampoco una justificación de la pura supervivencia. Nada interesante hay que se nos ofrezca desde las instituciones salvo el espectáculo bochornoso frente a una sociedad que ha sido empujada a la hipocresía y a estar pagada de sí misma. Un tiempo de pandemia inalcanzable en el que seguimos viviendo o haciendo como que vivimos, que es un trabajo arduo.

Cuando se ha hecho el daño a una nación, siempre queda más daño por hacer, la víctima no aprende que el dolor del primer golpe debe amortiguar el del segundo, y que un tercero ya apenas dolería, podría aventurarse que es bien recibido, con esa frase mentirosa-lo que no nos mata nos hace más fuertes-, El ataque del enemigo puede llegar a ser la mejor de nuestras defensas, pero no olvidemos que el enemigo somos nosotros mismos, más allá de la pandemia, el auténtico enemigo. No pedimos milagros, el único milagro que existe es el trabajo, y un milagro puede ser la supervivencia.