No soy un pijo ni un progre, sino otra especie de bicho totalmente distinto, un 'guiri', o sea, un extranjero de primera clase. Cuando digo ... de primera clase, quiero decir qué, al contrario de los desafortunados que llegan a España desde el Sur en un cayuco en peligro de hundirse, he venido desde el Norte en avión, equipado con tarjetas de crédito.
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Los vallisoletanos siempre me han tratado muy bien. Incluso si alguien me cuenta que Gibraltar es español, o que es injusto que la selección femenina de Inglaterra ganase este verano en contra de la de España en la final de las Naciones de Europa porque la selección española es mejor, lo dicen de buen humor, sin rencor. Antes de llegar a lo que quiero decir en este artículo, debo aclarar: si, ya sé que Gibraltar es español, lo he visto, está en la costa andaluza, pero, con referencia al fútbol, en Inglaterra pensamos que el mejor equipo es el que gana, y punto. Créanme, el 'football' es nuestra fiesta nacional.
Una gran ventaja de ser un inglés que vive en Castilla es que muchos quieren conocerme, para satisfacer su curiosidad. Todavía me sorprende la cantidad de personas que nunca han conocido a un británico. (Al contrario, no conozco ni un compatriota que no haya hablado con un español.) Y eso abre muchas puertas. He tenido la suerte, o, mejor dicho, el privilegio de conocer todo tipo de españoles, qué, sin ningún orden particular, figuran camareros, carniceros, directores, desempleados, militares, músicos, policías, profesores, funcionarios, enfermeras, alcaldes … (es una lista demasiada larga para apuntar aquí). Son de todos los colores políticos, desde azul hasta rojo, de naranja hasta verde, y todos me han hecho sentir bienvenido. Y, para mí, todos son buena gente. Todos españoles de bien.
Así que pueden imaginar la pena que sentí hace poco, comiendo fuera con amigos bastante cercanos, cuando surgió un fuerte desacuerdo. Uno, que creo que votó comunista de joven, nos contó que en las próximas elecciones va a votar a Vox, y también su hijo, para quien será la primera vez que participe en una elección. Los demás recibieron las noticias con estupor seguido de enfado. Pasaron dos copas discutiendo entre ellos sin que nadie cambiase su postura original. No dije nada. Mejor quedar neutral porque no soy de aquí. Pero, mientras los escuchaba, se me ocurrió que así deben empezar las guerras civiles.
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Según hablan algunos, parecería que quisieran una guerra más. No tienen ni idea.
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