Vino para quedarse
«En largas comidas y sobremesas filtraremos el verdadero espíritu de nuestros veraniegos sueños»
Terminan las últimas vendimias. Mientras la bodega se afana en sus procesos químicos, las vides entran en un suave letargo. Es época de trasiego ... y clarificación dentro y momento de cuidar los sarmientos y las cepas fuera. El campo se prepara para el reposo; se quitan ramas, se limpian las hojas. El calor de este año ha hecho madrugar a los nuevos amores, que empezaban el pasado mes, con las primeras luces del día y la exploración de los racimos. Entre juegos de luces y tonalidades de jade, los vendimiadores se camuflaban como los leopardos subidos a los árboles. Ahora, en barrica o en botella, el vino gestante es un amigo de camino a casa.
Ya queda menos para probar el primero de la cosecha de este año. Lo más importante está ya casi hecho. A nosotros, los mortales que bebemos de las bodegas, extranjeros en el mundo de los racimos, nos tocará saber cuándo abrirlo y beberse hasta la última gota.
Mientras bebamos adivinaremos el color del que se tiñe el cielo cuando atardece en verano. Se verán nuestras puestas de sol en la orilla de la copa y aparecerán esos momentos que fueron alimento del alma, cuando el calor era sinónimo de vacaciones y la siesta era obligada. In vino veritas. Nuestros recuerdos se clarificarán. En el culo de la copa dejaremos los posos de menor trascendencia. En largas comidas y sobremesas filtraremos el verdadero espíritu de nuestros veraniegos sueños. Con cada sorbo habrá un racimo que se fue y un recuerdo que fue vino para quedarse.
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