Uno de nosotros
Los «patriotas» que piensan y actúan como si la nación únicamente les perteneciera a ellos prosiguen esparciendo el miedo a los «rojos peligrosos» y, ahora, hablan de una «red de grupos radicales de izquierdas» o del «terrorismo demócrata»
Si algo ha caracterizado a la versión oficial de la trágica muerte de Charlie Kirk en USA es el afán de construir una visión ... del autor que venga a coincidir con el relato que el presidente Trump había apuntado de él, incluso antes de que el posible asesino fuera objeto de arresto. O sea, el perfil de un «lunático radical de izquierdas». Obsérvese que los «radicales», «politizados» y «extremistas» solo parecen ser, ya, los militantes de izquierdas en el imaginario de los ultraconservadores, tanto en los EE UU como aquí, en España: nunca ellos mismos.
Sin embargo, cuando –tras los primeros palos de ciego que jalonaron la investigación del FBI– comparece ante los medios Spencer Cox, gobernador de Utah, para informar sobre la detención del presunto culpable del atentado contra Kirk, sus declaraciones contradicen en lo fundamental tal narrativa. De hecho, Cox, con una desarmante ingenuidad, confesó que, a pesar de que rezaba para que hubiera ocurrido lo contrario, el hipotético criminal no era un «enemigo externo», sino –por desgracia y dolorosamente– «uno de nosotros». ¿A quiénes aludía con ese «nosotros»? A los blancos, luteranos y republicanos, votantes o partidarios de Trump. Justo el tipo de familia y entorno social del que procedería el inculpado.
Habría de quedar en el olvido, pues, la chapuza policiaca de los momentos iniciales en que se había detenido a personas que –aparentemente– nada tendrían que ver con el terrible suceso. Pero poco se tardó, sin embargo, en «reconstruir» un retrato robot del pretendido homicida conforme a las fobias y los clichés ultras aventados por el propio Trump. Y es que, aunque los orígenes del principal sospechoso contradijeran la estrategia del gobierno, pronto se empezó a hablar por parte de aquél y de sus voceros mediáticos de la relación de quien disparó a Kirk con un transexual y de su radicalización izquierdista -supuestamente- por este motivo.
No obstante, ni siquiera así lo que la realidad va mostrando termina de encajar con los prejuicios del movimiento ultraconservador que arropa y sostiene al actual presidente norteamericano. Pues no cabe duda de que Tyler Robinson, de linaje mormón, parentela piadosa e infancia vivida más entre armas que juguetes, resulta ser un «radical de izquierdas» bastante raro. Las pruebas aducidas desde la investigación policial sobre su «izquierdismo» dan la impresión de estar cogidas un tanto por los pelos: las balas grabadas con lemas izquierdosos, como el 'Bella, ciao' de la famosa canción partisana, pueden responder más a la influencia del mundo de los videojuegos e internet que a un «adoctrinamiento comunista».
A Jimmy Kimmel, presentador de un exitoso show televisivo, las presiones gubernamentales lo expulsaron de su puesto por sugerir que el probable caldo de cultivo para individuos como Robinson no era el de los «radicales comunistas», sino el del ámbito de los más ultras entre los ultras. No importa, los «patriotas» que piensan y actúan como si la nación únicamente les perteneciera a ellos prosiguen esparciendo el miedo a los «rojos peligrosos» y, ahora, hablan de una «red de grupos radicales de izquierdas» o del «terrorismo demócrata», como responsables de los asesinatos y desórdenes que acaecen en USA. Se trata de la vieja táctica nazi de culpar a los diferentes de todos los males, con tal de tener carta blanca para perseguirlos hasta la aniquilación. Nada nuevo bajo el sol.
Y, en cuanto al patriotismo, consideremos que no suelen ser quienes alardean de él quienes mejor engrandecen o defienden su país. En los EE UU existe una corriente de peligrosa nostalgia del ayer, especialmente promovida por quienes se sintieron desposeídos, durante las últimas décadas, de una posición económica más próspera y estable. Lo que, en muchos casos, no deja de ser cierto. Y que ha provocado que tales desheredados de la fortuna, en su intento de recuperar el estatus perdido, extremen sus posiciones ideológicas, recurriendo –si lo creen necesario– a la violencia. Por lo que el futuro empieza a perfilarse allí, pero también en otras partes del mundo, como una especie de regreso enfermizo al peor pasado.
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