De la Controversia de Valladolid nos enteramos antes de ayer
Solo los ingenuos pueden pensar que, en un proceso de conquista, por buena que fuera la intención de los reyes y de los monjes, así como de algunos altos cargos, las personas participantes en el proceso no se comportan como fieras
Luis Arroyo Zapatero
Rector honorario de la Universidad de Castilla-La Mancha
Jueves, 30 de octubre 2025, 17:31
Conocía la embajadora de México en España, Roberta Lajous, que quien suscribe había escrito un librito con pretencioso título que según me dijo alguno era ... propio de quien es de Valladolid: «El mundo en la cabeza de un estudiante en torno a 1500,» que no era otro que el propio Hernán Cortés. Recibía la visita en Madrid de Cristian Duverger que acababa de publicar una biografía de Hernán Cortés en la que le atribuía la autoría del libro de Bernal Díaz del Castillo, «La verdadera historia de la conquista de Nueva España», con gran escandalera en México, donde tienen a Bernal por un padre fundador. En el espléndido comedor de la embajada, observados detenidamente por el busto de Alfonso Reyes, me preguntó el invitado por qué razón no se había cultivado la figura de tal príncipe del renacimiento en los últimos decenios. No pude por menos que responderle que mi generación estaba del Imperio harta, con toda la monserga con la que nos habían machacado durante 40 años, acudiendo siempre a glorias pasadas para ocultar las miserias de entonces.
«Valladolid debe mantener el fuego de la memoria de la gesta hispánica y de sus pecados que se ventiló en la capilla del convento de San Gregorio, la Controversia de Valladolid»
También los españoles han contribuido y contribuyen a la leyenda negra. Lo hacen hoy los que proclaman que todo fue amoroso y pacífico y también los que denuncian que se celebre el 12 de octubre, que, dicen, fue un genocidio. Da igual repetir que cuando los americanos del Norte crearon Harvard, España llevaba ya creadas 10 universidades. Así que tuvo que pasar el tiempo para que los no especialistas nos enteráramos asombrados, al igual que el cineasta Juan Rodriguez-Briso, de la magnitud política y espiritual de la Controversia.
Bartolomé de las Casas y su obra de denuncia «Brevísima destrucción de las Indias« se encuentra entre los primeros materiales sobre los que se construye la leyenda negra, fundamentalmente por ingleses y holandeses, y de nada sirve afirmar que don Bartolomé mintió, pues, al igual que luego Francisco de Goya, contó lo que vio: «Yo lo vi». Solo los ingenuos pueden pensar que, en un proceso de conquista, por buena que fuera la intención de los reyes y de los monjes, así como de algunos altos cargos, las personas participantes en el proceso no se comportan como fieras. Realmente lo que sorprende es la voluntad, expresa, moral y política, que se muestra cuando la propia reina Isabel ordena liberar a los indios encadenados que le presenta Colon en Barcelona tras el primer viaje, y aún más, cuando manda encadenar al propio Colón, por seguir haciendo esclavos. Bartolomé ve las masacres y los abusos, lo denuncia de modo feroz, incluso posiblemente cuando publica el famoso librito aquellos hechos ya no se repitieran como en los primeros decenios de la conquista.
Y es que no podía ser de otra manera, pues aquellos españoles eran la última generación que se habría criado en la reconquista y en la obtención guerreando de tierras, señoríos y encomiendas, como ha expuesto el historiador de la UNAM, Martín Ríos Saloma. El propio Bartolomé vive su primera aventura de adulto a caballo, en las filas de las milicias de Sevilla, para combatir a la morería que se había levantado contra el rey cuando se les quiso prohibir su religión y costumbres, en contra de lo que se les había prometido. Llevábamos en total 800 años a sangre y fuego con aquel espíritu de reconquista. Si no se hubiera puesto por medio un continente habrían llegado hasta la Conchinchina. La cosa estaba clara, pues el propio Cortés reclamó al emperador que no le mandaran curas, encomenderos y funcionarios, sino frailes, y él sabía muy bien por qué. Por el modo brioso con el que frailes dominicos y franciscanos de comportaban en el trato con los indios realizando una extraordinaria obra cultural, religiosa y educativa. De lo que fue ejemplo la vida y la obra de Bartolomé de las Casas y la del propio emperador que decidió parar la conquista hasta trazar un acuerdo de sus propias gentes.
Como es sabido todos los sabios del tiempo en la estela de la Escuela de Salamanca se reunieron en Valladolid. Sabemos lo que dijeron y aunque no se adoptaron conclusiones se adoptaron comportamientos institucionales para los derechos y el ejemplo lo tenemos aquí en Valladolid con el caso del cacique Francisco Tenamaztle quien se levantó en franca rebelión contra los graves abusos que encomenderos y algunos jefes militares sometían brutalmente a los suyos. Lo que los virreyes no habían sabido impedir y se levantaron en armas y produjeron numerosos muertes y daños. Lo quisieron condenar a muerte, pero lo trajeron hasta Valladolid sin cadenas y albergado ni más ni menos que en una casa de los dominicos donde murió. Antes de que llegara el juicio en el que yo creo que hubiera sido absuelto. Le dedicó una biografía ni más ni menos que el premio príncipe de Asturias Miguel León Portilla, el autor de «La visión de los vencidos».
Valladolid debe mantener el fuego de la memoria de la gesta hispánica y de sus pecados que se ventiló en la capilla del convento de San Gregorio, la Controversia de Valladolid.
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