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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso. Efe

Cada uno con lo suyo

«Se entiende, por más lamentable que sea, que las estrategias estén centradas en minimizar lo negativo de los males propios y en añadir énfasis a la exposición de los males ajenos»

Jesús Quijano

Valladolid

Domingo, 9 de noviembre 2025, 08:34

Se aprecia a simple vista que el ambiente político y social se encuentra entre nosotros en una situación tensa. Y no es que haya sido ... normalmente tranquilo en lo que va de legislatura, por ponerle al asunto una dimensión temporal razonable. Aquellas elecciones generales de 2023 arrojaron un resultado complicado de administrar, salió adelante una investidura con evidentes aristas y se formó un gobierno de coalición que no ha terminado de encontrar ni la cohesión interna suficiente, ni el esperable aliento parlamentario de quienes facilitaron su puesta en marcha con objetivos bien distintos.

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Pasado ya el ecuador de esta etapa, el olor a urna encima de la mesa va ganando intensidad por días, sea porque en el horizonte próximo ya hay eventos electorales previstos, todos ellos en el ámbito autonómico, sea porque, aunque no estén previstos en otros niveles (el de las elecciones generales, obviamente), no es en absoluto descartable que suene también esa campana, habida cuenta de las dificultades objetivas y crecientes que se han ido acumulando hasta colocar la gobernabilidad en precario.

Basta detenerse un momento ante el calendario: ya antes de que acabe el año, el 21 de diciembre en concreto, mientras se prepara el bombo de la lotería de Navidad, irán a votar los extremeños, convocados con antelación con un argumento, la falta de presupuestos, que perfectamente podría extenderse a otros niveles; nos tocará luego a los que habitamos la cuenca del Duero, pues la legislatura de Castilla y León, descolocada de las demás que venían coincidiendo, se agotará en febrero; y enseguida las andaluzas, verdadera prueba del nueve de la orientación electoral de la opinión pública por razones obvias de peso demográfico. Todo ello, sin perjuicio de que, si se bloquea la salida a la crisis valenciana, haya que acudir a las urnas también allí, lo que añadiría un ingrediente especial a la política nacional por lo ocurrido allí y por la alta significación que tendría.

Así que no es de extrañar que un ambiente preelectoral insistente y turbio se esté imponiendo, animado por una constelación de hechos bien notorios. Destaca entre ellos, aunque no sea el único, la penosa circunstancia de que el escenario principal de la vida política sean cada vez más los tribunales y cada vez menos el parlamento; o más aún, que el propio debate parlamentario, en su parte más visible, tiene más de cruce de imputaciones que de contraste de propuestas.

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Los hechos a que me refiero están ahí: por la parte del Gobierno, lo que fue el bloque que sacó adelante la investidura se ha ido diluyendo, expresa o tácitamente, de manera que hoy no podría decirse que permanece operativa una mayoría parlamentaria, aunque fuera mínima. Es cierto que tal mayoría, a la que con frecuencia se calificó como «mayoría progresista», con notable ligereza a la vista de su composición, siempre ofreció una imagen equívoca y precaria; algunos de sus miembros (particularmente es el caso de Junts) lo anunciaron desde el principio, advirtiendo que votaban la investidura a cambio de las concesiones obtenidas, pero solo la investidura, y todo lo demás habría que acordarlo separadamente en el día a día. Así ha sido, en efecto, hasta que, llegado el momento y por razones particulares que poco tienen que ver con la gobernabilidad, el hilo, cada vez más tenue, se ha roto, aunque no se sabe bien con qué alcance o con qué consecuencias. Obviamente, Junts no jugaba en el mismo equipo que los principales socios del Gobierno de coalición, ni de la alianza parlamentaria, y a medida que se han planteado medidas de cierta trascendencia económica o social, que van más allá de la incómoda expectativa de la amnistía incompleta o del uso de la lengua autóctona, la divergencia se ha hecho más evidente. ¿Era previsible que esto podía ser así? Lo era, pero se optó por hacer de la necesidad virtud, y este es el escenario.

Está luego, y por el lado contrario, el desgajamiento de los parlamentarios de Podemos respecto del proyecto común que pretendió ser Sumar, y que nunca lo fue. Por razones diversas, incluidas las personales, Podemos nunca se integró bien en Sumar, de manera que la brecha se ha ido haciendo cada vez mayor y, lejos de limitarse a una disputa entre parientes mal avenidos, ha alcanzado de lleno al Gobierno de coalición en el que participa Sumar. También previsible y, en este caso, con antecedentes constatados y con consecuencias que pueden ser muy negativas en una franja electoral decisiva.

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En el resto del bloque (PNV, ERC, BNG, Bildu, etc.) se ha impuesto una discreta tibieza: paciencia, barajar, mutua observación donde hay competidores y espera inquieta. Ni se percibe una alternativa, ni se tiene claro que sea conveniente ahora mismo romper y recurrir a las urnas con incertidumbres recíprocas.

Y, entretanto, la hipótesis de que este otoño de 2025 se intentaría sacar adelante un presupuesto para 2026, que a su vez facilitaría llegar a la cita electoral de 2027, sigue siendo una hipótesis, quizá una vana ilusión a la vista del ambiente. La hipótesis más probable hoy por hoy es que la legislatura completa puede transcurrir con un presupuesto prorrogado que procede de la legislatura anterior; porque si no hay presupuesto actualizado para 2026, es altamente improbable que en 2026 vaya a haberlo para 2027, cuando estén sonando ya todas las campanas electorales, municipales, autonómicas y generales, salvo que, precisamente con el argumento del vacío presupuestario proliferen los comicios anticipados en distintos ámbitos, siguiendo la ruta iniciada en Extremadura.

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Ocurre, en fin, todo esto en una complicada situación, no ya solo de la política en general, sino de sus principales agentes, que son los dos grandes partidos en particular. En el caso del PP, los efectos latentes de la dana, los incendios, o la negligencia sanitaria en lugares muy relevantes para su proyecto, se suma a la evidencia de que el desplazamiento de voto hacia VOX es muy intenso y provoca inseguridad táctica y programática. En el caso del PSOE, los penosos asuntos ya judicializados, siempre con la sospecha de que sigan estando incompletos, afectan de lleno a elementos centrales de un discurso comparativo que se hace más difícil sostener.

Así que siendo éste el panorama reinante, se entiende, por más lamentable que sea, que las estrategias estén centradas en minimizar lo negativo de los males propios y en añadir énfasis a la exposición de los males ajenos. De manera que el «y tú más» como elemento central del debate se ha comido a todo lo demás; o sea, a la propia finalidad de la política, entendida como instrumento para la solución de los problemas de la sociedad y de los ciudadanos a través de alternativas razonables, construidas desde posiciones ideológicas en un contexto de respeto democrático. Pero cuando falta esto, el respeto, lo más probable es que termine faltando todo lo demás.

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