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Los partidos políticos, en la medida en que pretendan atender a la exigencia básica de un funcionamiento democrático, deben proceder periódicamente a renovar sus liderazgos ... en los distintos niveles en que se organizan. Unas veces los confirman y otras veces los cambian. Depende de que se haya agotado el límite de mandatos, si es que existe, de que se haya agotado el ciclo o el crédito electoral del líder/candidato afectado, o de otras circunstancias menos perceptibles, que suelen tener algo que ver con la confianza y la adhesión al mando de superior nivel. Hay de todo.
Luego está el procedimiento que se aplica para tal menester. Y también hay de todo: elección en primarias si hay varios candidatos con avales suficientes; elección más abierta, con participación incluso de simpatizantes; elección en un ámbito más reducido, como lo es un congreso con delegados, etc. También hay simples designaciones, pero que se cubren con apariencia electoral, unas veces porque se alcanza un consenso anticipado que evita el proceso posterior, otras veces porque se consigue, con muy diversos argumentos, que se retiren potenciales candidatos en liza para evitar la competencia y la votación. Discutible es que, habiendo solo un candidato, se suprima la votación, porque tendría sentido saber si ese candidato único, que será sin duda elegido a falta de contrincante, goza de más o menos apoyo real y directo. Pero, en fin, estos son los procedimientos establecidos y los condicionamientos con que son aplicados.
Esto es lo que está acaeciendo en el PSOE, en los distintos territorios. Se celebró el Congreso Federal, sin necesidad de primarias previas, y ahora están en marcha, en cascada, las fases siguientes, regional, provincial, local, tal como está tradicionalmente establecido. Y empieza llamando la atención el intento, bastante perceptible, de evitar la celebración de primarias allá donde sea posible; lo que resulta curioso, porque, si se ha invocado con tanta insistencia la capacidad de decisión de los afiliados como seña de identidad, parecería como si ahora se trataran de conjurar los efectos de una votación libre, porque se consideran inoportunos o indeseables. Así va siendo, pendientes ahora de que el inmediato congreso complete la composición de los órganos directivos.
Hay, sin embargo, un aspecto de estos cambios de liderazgos autonómicos que me suscita preocupación. Es el de la manifiesta tendencia, ya reiterada, de encomendar a Ministros o Ministras del Gobierno de la Nación el desempeño de esos cargos. En las diversas valoraciones manifestadas se han subrayado determinados inconvenientes, que, efectivamente, creo que lo son. Así, por ejemplo, la disponibilidad de tiempo real para compatibilizar ambas tareas, teniendo en cuenta el volumen de dedicación exigido para su adecuada atención. También una circunstancia más política, como lo es que el nuevo líder regional no tenga presencia en el Parlamento de la Comunidad Autónoma donde va a ejercer su función directiva, lo que le impedirá debatir y confrontar con su adversario de referencia, que normalmente será quien ostenta el gobierno allí; claro que la oposición se puede hacer desde fuera del Parlamento, al menos temporalmente, pero no es lo más oportuno, ni para las buenas prácticas democráticas, ni para el propio interés de la relegada institución.
Para mí, en todo caso, el principal inconveniente no es el tiempo de dedicación, ni tampoco la ausencia parlamentaria, con ser importantes ambos. Es el concepto, o dicho de otro modo, la función. Un Ministro, o una Ministra, lo es del Gobierno de España, de toda la Nación por igual, y su obligación es la de no tener preferencia, ni adoptar decisión que no derive de una necesidad objetiva que la justifique. Cuando asume un liderazgo en una parte del territorio, en el que va a ejercer de oposición, se expone a múltiples tentaciones de utilizar lo uno para lo otro y a evidentes riesgos; así, entre otros, el de aprovechar su elevado cargo para mejorar su imagen, sus apoyos y sus opciones electorales, allí donde en su día tendrá que competir, o, a la inversa, para no conceder ventajas al adversario en aquellas materias de su disposición ministerial. Claro que esas tentaciones se pueden, y se deben, evitar; pero a veces es mejor no ponerse en situación de caer en ellas. Hay incluso algo antiestético, y poco edificante, cuando se escucha a un Ministro, o Ministra, hacer oposición en una parte, cuando se gobierna para el todo. No creo, en fin, que el uso de esta práctica vaya a favor de la corrección institucional.
Un tanto distintas y peculiares son las características del cambio producido en el liderazgo socialista en nuestra Región. La alternativa no ha venido de un Ministerio, sino de la Alcaldía de un Ayuntamiento de la capital de una provincia de la Comunidad. Los riesgos que apuntaba están, pues, en buena parte conjurados de antemano por ese motivo; las otras circunstancias (la disponibilidad material, la no presencia parlamentaria), que sí concurren, suponen dificultad en la acción política, sin duda, pero son más fácilmente compensables si se combinan bien la eficacia organizativa y la confianza personal. Sé de sobra, por propia experiencia, la complejidad de la tarea política en una Región como la nuestra, y más aún la tarea de oposición. La extensión territorial, la escasez comparativa de medios, la propia estructura sociológica, implican cierto inconveniente. Pero el nuevo Secretario General tiene ya experiencia, reiterada y acreditada, también en tareas de gobierno municipal. Me permito aconsejarle que ejerza su labor en cohesión interna con las provincias y en actitud de respeto y diálogo con los adversarios; el máximo de integración hacia dentro y la mayor capacidad posible de alcanzar acuerdos hacia fuera, especialmente si están en juego la estabilidad, la gobernabilidad y el interés general. Que esas sean sus preocupaciones, por encima de etiquetas y prejuicios. Para el anterior Secretario General todo mi reconocimiento; debe agradecerse su empeño incondicional y su constante dedicación y presencia. Le cabe el mérito de ser el único, de entre los varios que lo intentamos, que ganó unas elecciones, y solo la contumacia suicida de quien debió hacerlo posible le impidió alcanzar el objetivo de presidir la Comunidad.
A ambos declaro estima personal y cercanía responsable. Y confío en que el cambio producido sea positivo para la causa, y para el interés colectivo.
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