Herrera
Pues no sé qué le diga ·
«Que se sepa que más allá de esa imagen agresiva que con frecuencia proyecta la política, también hay espacio para la cordialidad, e incluso para el afecto»Todas las citas electorales, una vez celebradas, tienen una segunda parte. Y suele ser tan interesante, o más, que la primera. Una vez conocido el ... resultado, se estudia y se valora, se analizan las causas de haber subido o haber bajado, se constatan los aciertos y los errores, se sacan las conclusiones y, aunque no siempre, se toman las decisiones correspondientes. Al fin y al cabo, la política y la economía tienen bastante en común, y los resultados electorales son para los partidos lo que los balances son para las empresas; si dan pérdidas, algo hay que hacer para corregirlas; si dan ganancias, lo que hay que hacer es mantener la línea seguida.
De la política se afirman a menudo cosas muy distintas. Una de ellas, bastante cierta, es que constituye un ámbito de la actividad humana donde pueden desarrollarse los sentimientos más nobles y, a la vez, los más rechazables. Todo depende de las personas, de cada persona; de su carácter, sus actitudes, sus valores, sus principios. Y esto no tiene mucho que ver con la ideología, sino con otros componentes de la personalidad, cuya presencia depende de muchos factores. Justamente esos que nos hacen ser más tolerantes o más intransigentes, más dialogantes o más autoritarios, más moderados o más radicales, más ambiciosos o más generosos, más fieles o más desleales.
Pues todo esto me viene a la mente cuando caigo en la cuenta de que el tránsito que acaba de producirse en la Presidencia de la Junta de Castilla y León ha puesto fin a una etapa de 18 años en la que esa institución estuvo ocupada por Juan Vicente Herrera. Y no he querido dejar pasar la ocasión sin poner de manifiesto algún que otro sentimiento personal, alejado del juicio político. Dieciocho años son tiempo suficiente para desarrollar un proyecto, en el que habrá de todo. Objetivos cumplidos y aspiraciones no colmadas; seguro que lo hay, como habrá satisfacciones y frustraciones. Pero no pretendo juzgar ese aspecto, ni usar de la diferencia ideológica para traducirla en valoración crítica; lo único que pretendo es hacer explícito el reconocimiento personal a alguien que, en mi fundada opinión, ha ejercido una alta responsabilidad en la política regional con un estilo reconocible, comprometido con el interés general y con un talante sensato, cordial y dialogante.
Coincidimos en el Parlamento regional, ejerciendo ambos la portavocía de nuestros respectivos grupos. Presidía entonces la Junta Juan José Lucas, con quien me honro en mantener desde entonces una creciente relación de amistad personal y familiar, perfectamente a salvo de cualquier turbulencia de la vida política; yo era el candidato del PSOE a la Presidencia, situación de la que se pasa a ser jefe de la oposición cuando se pierden las elecciones, y Juan Vicente Herrera, que venía de desempeñar tareas más administrativas en la Consejería de Economía, fue designado portavoz del Grupo Popular, función para la que ya entonces le acompañaba esa oratoria fluida y brillante que ha conservado y cultivado durante todo su mandato.
Era la legislatura 1995-1999, cuando las Cortes decidieron abordar una reforma del Estatuto de Autonomía que exigía, como requisito imprescindible, el consenso de nuestros dos grupos parlamentarios. Nos pusimos a ello con frecuentes reuniones de compleja negociación, con largas conversaciones de intercambio de pareceres, con acuerdos que había que canalizar y desacuerdos que había que superar. De tanto trajín surgió un Estatuto de Autonomía muy renovado, el de 1999, y, a la vez, se fraguó entre nosotros una relación de respeto y confianza que el paso del tiempo no ha hecho sino incrementar hasta convertirse en una afectuosa relación de amistad personal, muy por encima de la diferencia ideológica. Recuerdo que, en aquel largo proceso de negociación, tras cada reunión ambos hacíamos presencia ante los medios de comunicación para informar de la marcha del proceso, cada uno con su criterio; en muchas ocasiones, si uno tenía que ausentarse, el otro contaba lo de ambos. Y parece que lo hacía con lealtad y objetividad, sin aprovechar la ocasión, porque nunca hubo que rectificar o desdecir lo que hubiera dicho el otro. Así que la confianza debió fluir de manera natural, y confieso ahora que nos ha proporcionado muchas ocasiones para la complicidad y la confidencia, para compartir situaciones personales y familiares alegres y tristes, y hasta para pedir y ofrecer consejos en momentos delicados y complicados.
En la legislatura posterior a aquella, la que fue de 1999 a 2003, yo me coloqué en posición de retirada política y retorno a la vida universitaria, y Herrera accedió a la Presidencia de la Junta. Se constituyó por entonces el Consejo Consultivo de Castilla y León, un órgano de probada y contrastada utilidad por las funciones que desempeña, y, de los dos nombramientos que por entonces podía hacer directa y libremente el presidente de la Junta, se me ofreció uno de ellos. Juan José Lucas ya tuvo esa intención y Herrera la mantuvo y la materializó. Ambos me alegaron que el tiempo de ejercicio de la oposición parlamentaria merecía ese reconocimiento y lo acepté honrado. Pero su gesto lo dice todo, con las abundantes pretensiones que habría en su propio entorno.
Así que no quería yo dejar pasar la ocasión sin rendir este tributo a la cordialidad en la política, quizá escasa y no siempre bien entendida. Con frecuencia se dice que en la política es más fácil saber llegar que saber irse; a veces se llega por casualidad, de rechazo, por estar ahí en el lugar oportuno y en el momento adecuado. Es probable que el primer acceso de Herrera a la Presidencia, antes de que ganara sucesivas elecciones, tuviera alguno de esos ingredientes. Pero ha sabido irse, tras alargar su mandato con generosa responsabilidad, y lo ha hecho de manera discreta, con humildad, sin alardes, casi en silencio, como yo creo que hay que hacerlo (saber hacerlo) cuando llega el momento. También con nostalgia, cómo no, porque estos que a menudo llamamos «los políticos», con cierto tono despectivo, son seres humanos, con los mismos sentimientos que todos los demás; y ríen y lloran, y mezclan la sensación de quedar liberados cuando se van con la melancolía emocionada de haberse ido. De todo lo cual doy testimonio directo, y con conocimiento de causa. En fin, que se sepa que más allá de esa imagen agresiva que con frecuencia proyecta la política, también hay espacio para la cordialidad, e incluso para el afecto.
Lo hago también porque la política suele ser cruel con quien no debiera serlo y coloca con rapidez en el olvido a quien ya no ejerce poder o influencia. Bajas del caballo, entregas la cuchara y pasas a la historia en un instante, que decía un amigo mío. Así que, tras reconocer su tarea y su esfuerzo, y con la sincera estima que le tengo, yo quiero desearle a Herrera todo lo mejor en esta nueva etapa de su vida, mucha salud y tanta felicidad como merece. Y que siga aportando su experiencia y su talante, y sentido común, donde sea oportuno, que no vendrá nada mal en estos tiempos que corren.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión