¿Qué es un tsunami y por qué alcanza alturas devastadoras?
La energía liberada en estos eventos puede desplazar volúmenes colosales de agua, generando olas que viajan miles de kilómetros
Los terremotos son fenómenos fascinantes para quienes estudiamos la física de la Tierra, ya que revelan la dinámica interna de nuestro planeta. Estos eventos ocurren ... cuando el movimiento de las placas tectónicas de la corteza terrestre, que normalmente es continuo y gradual, se interrumpe. Las placas se desplazan constantemente, a velocidades de milímetros a centímetros por año, pero en ocasiones se «atascan» por la fricción. Este bloqueo provoca una acumulación de energía elástica, similar a la tensión de un resorte comprimido. Cuando las placas finalmente se liberan, la energía acumulada se disipa de forma repentina, generando un terremoto que sacude la superficie terrestre.
Ciertas regiones del planeta son más propensas a estos eventos debido a la interacción entre placas tectónicas de gran tamaño que se mueven a velocidades relativamente altas. Un ejemplo reciente es el tsunami del 30 de julio de 2025, desencadenado por un terremoto en la zona de contacto entre la placa del Pacífico y la placa de Ojotsk, una extensión de la placa Euroasiática situada en el noroeste del Pacífico. En esta región de subducción, la placa del Pacífico se desliza bajo la de Ojotsk a una velocidad de aproximadamente 77 mm/año (unos 8 cm/año), una tasa considerada elevada en términos tectónicos. Esta rápida convergencia favorece la acumulación de grandes cantidades de energía, lo que puede desencadenar megaterremotos, como el de Kamchatka en 1952, el más potente en la región hasta el evento de 2025.
Cuando el movimiento entre placas es vertical y ocurre bajo el océano, como en una zona de megathrust, el desplazamiento súbito de la corteza terrestre genera una especie de escalón en el fondo marino. Este cambio abrupto impulsa una masa de agua que se propaga como una ola, siguiendo la física descrita por la llamada «ecuación de onda». Este fenómeno, conocido como tsunami, es análogo a las ondas que se forman en un estanque al arrojar una piedra, pero a una escala mucho mayor y por una causa diferente.
El tsunami ha afectado a amplias regiones del Pacífico, desde las costas de Asia hasta América, recordando la magnitud de eventos históricos como el de 1952. La energía liberada en estos eventos puede desplazar volúmenes colosales de agua, generando olas que viajan miles de kilómetros y alcanzan alturas devastadoras al llegar a la costa, cuando se eleva el fondo marino.
A diferencia de 1952, los avances tecnológicos y científicos de 2025 permiten una respuesta mucho más rápida y efectiva. Hoy contamos con redes globales de monitoreo sísmico, como las gestionadas por la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO (IOC) y el Sistema de Alerta de Tsunamis del Atlántico Nordeste y Mediterráneo (NEAMTWS), que detectan terremotos y anomalías en el nivel del mar casi en tiempo real. Internet y las comunicaciones modernas facilitan la difusión inmediata de alertas, lo que es crucial para salvar vidas.
En el caso del tsunami de julio, los protocolos de evacuación en el Pacífico, donde las costas están preparadas para estos eventos, han permitido una respuesta coordinada. Las poblaciones costeras han sido evacuadas hacia terrenos elevados, lo que de buen seguro minimizará el número de víctimas. Sin embargo, la logística de evacuación sigue siendo un desafío. En el Pacífico, las grandes distancias entre el epicentro y las costas afectadas suelen proporcionar un margen de tiempo de varias horas para emitir alertas y evacuar. Pero en, por ejemplo, el mar de Alborán, un terremoto podría generar un tsunami que alcanzaría la costa de Andalucía —como por ejemplo Cádiz, muy expuesta— en tan solo media hora. Este tiempo tan reducido plantea un reto formidable para evacuar a una gran cantidad de población en unas áreas costeras de baja elevación. Aquí es donde el Plan Estatal de Protección Civil contra el Riesgo de Tsunamis de España cobra relevancia. Este plan, apoyado por sistemas de alerta temprana y simulacros, busca preparar a las comunidades para actuar con rapidez y eficacia ante un evento de este tipo.
La comparación con la zona del Pacífico-Ojotsk resalta la importancia de la preparación. Aunque España se enfrenta un riesgo menor debido a la menor velocidad de convergencia entre las placas Africana y Euroasiática (~4-10 mm/año), el precedente del terremoto de Lisboa de 1755 (magnitud ~8.5-9.0) demuestra que la región no está exenta de eventos catastróficos. La investigación, la educación, los simulacros y la infraestructura de alerta son esenciales para mitigar el impacto de tsunamis, especialmente en áreas vulnerables como el golfo de Cádiz, las Islas Canarias y las Baleares. En última instancia, comprender desde la Física de la Tierra la dinámica de las placas tectónicas y sus riesgos asociados nos permite responder a estos fenómenos naturales, salvando vidas mediante una respuesta oportuna de las administraciones. Siempre que todos los eslabones de la cadena estén a la altura, naturalmente.
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