Firmamento de estrellas
«José María se ha elevado a la categoría de referencia internacional de prestigio y sus vinos se beben y celebran en cualquier establecimiento donde se valora la excelencia»
En mi último viaje a Nueva York, un par de meses antes del estallido de la maldita pandemia que nos está desbaratando la vida, un ... amigo hispanista me invitó a comer en uno de los restaurantes de verdad buenos de Manhatan y a la hora de escoger el vino, requerido por él, o bromeé con la posibilidad de pedir una botella de Carraovejas, dando por sentado que no lo tendrían, consideración desafortunada a cuyo alcance saltó de inmediato el maitre: «por supuesto que lo tenemos, señor, fíjese en la mesa del fondo, allí están disfrutando de los vinos de José María, empezaron con un verdejo de Ossian y ahora están con un reserva de Carraovejas».
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Así de claro, así de tumbativo: José María se ha elevado a la categoría de referencia internacional de prestigio y sus vinos se beben y celebran en cualquier establecimiento donde se valora la excelencia. Y eso tiene gran mérito. Pertenece al universo de los empresarios de pura casta, self-made man, castellano de a pie que se ha impuesto en el mundo. Y yo, que le debo comidas de gloria desde sus orígenes en el mesón segoviano del Puente de Hierro, solo tengo palabras de alegría para festejar su triunfo, que es el triunfo del olfato empresarial, el talento, la perseverancia y el don de gentes.
Ahora ha conquistado una estrella Michelin: conquistado, sí, conquistado, porque los regalos no existen en la división en la que compite, felizmente apoyado en sus hijos. Es la primera, pronto llegará la segunda y así hasta completar un firmamento cuajado de luces, olé.
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