Con Messi o sin Messi, astro argentino que se fue de Cataluña después de saquear al Barcelona sin hablar palabra de catalán, el Bayern ha ... vuelto a vapulear a los azulgranas, según su aparato propagandístico «el mejor equipo del mundo», confirmando que derrotarlos por goleada se ha convertido en un clásico en el fútbol europeo de alta competición. Tan normalizado estaría eso de zurrarlos estrepitosamente, que ya la única incertidumbre consiste en la magnitud de la paliza, con la apoteosis del ocho a dos de la temporada anterior dejada a medias con este cero a tres tan contundente como caritativo.
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Sí, caritativo, porque a la vista estuvo que los alemanes no se emplearon a fondo, entre otras razones por la fundamental de que ni siquiera lo necesitaron. Hay un dato comparativo mortal: los ex comparsas de Messi recorrieron ciento nueve kilómetros a lo largo del partido, en tanto los bávaros se acercaron a ciento veinticinco, sin bajar el ritmo cuando iban ganando por dos a cero y controlaban el juego. Las prestaciones físicas de los azulgranas solo aumentaron cuando los chavales de la cantera sustituyeron a unos jugadores caducados que únicamente están para disputar la Copa de Cataluña.
«Esto es lo que hay», reconoció Piqué, otro que tal. Y en efecto: eso es lo que hoy por hoy tienen en Cataluña pero no sólo en el fútbol, espejo de una realidad delirante. Ni son únicos ni son los mejores en nada. Y en términos políticos viven otra fantasía. Ocho a dos, cero a tres, entre ellos de gresca y perdiendo inversiones milmillonarias, esa es su realidad.
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