De espaldas a la realidad
«Lo que no se dice, no existe. Lo que no nos relatan, terminaría por desaparecer. O eso parecen creer algunos. Y no es verdad»
Atrapo al vuelo la frase de una política que está siendo entrevistada en televisión: «El mundo cambia a toda velocidad, hoy, y hay que adaptarse». ... Tras este aserto, la persona en cuestión procede a justificar la abultada cantidad de dinero que va a dedicarse a repeler los ciberataques y demás peligros de carácter tecnológico que amenazan el futuro de nuestro país. Y el de Europa. Pero no parece que ella –ni los periodistas que la entrevistan– se pregunten por qué el mundo tiene que cambiar tan deprisa, cuando se diría que esa celeridad no hace más que causar miedos, inestabilidad y –en definitiva– grandes y nuevos problemas.
Cambio de canal y un programa de noticias internacionales da cuenta de las numerosas bajas que siguen produciéndose en la guerra entre Rusia y Ucrania: batallas reales y virtuales; una pugna simultáneamente tecnológica y territorial; sofisticada y arcaica. Una masacre de gente inocente. Un catálogo de violencias y horrores. La brutalidad de siempre. De novedad todo esto solo tiene la lejanía con que se puede llegar a matar a otros, a destruir ciudades; los refinados modos de informar y desinformar; de manejar la propaganda. Lo interconectado que, hoy en día, está cualquier punto del globo con otro aparentemente muy distante.
Después, abro el ordenador portátil y buceo en la información regional, topándome con que en los últimos cuatro días ha habido en Castilla y León más de cuarenta fallecidos de covid-19, esa peste maldita de la que casi nadie ya habla, aunque se haya quedado –para continuar matando– entre nosotros. Lo que no se dice, no existe. Lo que no nos relatan, terminaría por desaparecer. O eso parecen creer algunos. Y no es verdad.
Me envuelve, sin embargo, la incómoda sensación de que –cada vez más– nos acostumbramos a vivir de espaldas a la realidad, a lo que auténticamente pasa. Nos pasa. Ajenos –o enajenados– respecto al espionaje y vigilancia que compromete nuestra privacidad; a los virus literales y electrónicos; a los móviles hackeados; a los ultranacionalismos rampantes que asedian a Europa desde dentro, al tiempo que se la hostigaría desde heladas estepas; a las misteriosas alianzas en la sombra de sus enemigos con aquellos nacionalismos populistas o los independentistas de determinadas naciones europeas; al trance real de una guerra global y un frontal choque con armas nucleares de resultados impredecibles.
Y, en mi refugio junto al río, acontece una explosión inusitada de pájaros que cantan, mientras la loca primavera finge veranos anticipados. Del frío al calor. Del sol a las nubes. De la calma a las tormentas. Aquí, aun no tratándose de un remoto y aislado territorio, se multiplican los animales salvajes en las inmediaciones: corzos, jabalíes, águilas, lobos. Como una epifanía de las otras existencias que transitan a nuestro lado y los riesgos ocultos que nos acechan. Inadvertidas presencias. Oscuras asechanzas.
Tal como, jornada tras jornada, termina uno de los telediarios españoles más vistos su presentador, esta crónica podría resumirse así, forzándonos a la consideración de unas coordenadas espaciotemporales; es decir, ubicándonos en una fecha, un lugar y un contexto histórico: Valladolid, 14 de mayo de 2022. Para añadir por nuestra parte: día 80 de la invasión de Rusia a Ucrania y del horror de una nueva guerra en Europa (la dignidad o el gas).
Semana de la crisis del CNI con «relevo» no explicado de su directora: ¿Qué fue de otros espionajes como el supuestamente realizado desde el Ayuntamiento de Madrid a Ayuso? Primavera resuelta en estío: ¿Será o no el cambio climático? Primer año de gobierno del PP con Vox en Castilla y León y tercero de la pandemia de la covid-19 (normalización de situaciones que son anómalas).
Pandemia mundial y todavía no se sabe cómo empezó. Ni cuándo terminará si es que termina. El mundo va muy deprisa, sí. Para peor. Todo prosigue igual de mal que hace una semana o que un mes. Y no tiene ningún aspecto de mejorar. En cualquier caso, como el panorama no presenta signo alguno de ir a arreglarse es si continuamos sin querer ver lo que ocurre: de espaldas a nuestra época y a la realidad.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión