El juicio a Luis Rubiales por agresión sexual y coacciones ha entrado en su recta final con el beso no consentido a Jenni Hermoso en el centro de la discusión. Conviene quedarse con lo que todo el mundo vio en la entrega de medallas ante el cruce de vídeos y declaraciones entre la fiscalía y la defensa: el bochornoso comportamiento que el entonces presidente de la Federación tuvo con la jugadora, que lo ha interpretado como un gesto de superioridad de su jefe hacia ella. Rubiales se retrata a sí mismo al presentar su «piquito o besito» como una muestra de efusividad cuando se trata de una conducta intolerable por mucho que la deportista no lo pudiera rechazar en ese momento fugaz y luego festejara el Mundial. «¿Hasta cuándo vamos a exigir a la víctima un comportamiento heroico?», se preguntó ayer la fiscal, que mantiene la petición de dos años y medio. Sería deseable que la sentencia determine con claridad el alcance de lo que es una actitud deleznable porque eso ayudará a ser más eficaz en la lucha contra el machismo y en la prevención de otros delitos contra la libertad sexual. Hermoso sale perdiendo desde que estalló el escándalo. Primero, aislada. Ahora, queda fuera otra vez de una convocatoria de la selección.
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