A la espera
El país necesita tras el 23-J una estabilidad que no se vislumbra en el horizonte y que habrían de garantizar los dos grandes partidos
Una semana después de unas elecciones generales que han dejado una endiablada aritmética parlamentaria, agudizada tras el recuento del voto exterior, las certezas son escasas. ... Entre ellas figura que el cambio político prometido por la derecha, resumido en la expresión «derogar el 'sanchismo'», deberá esperar tras unos resultados muy lejos de sus expectativas que la han sumido en el 'shock'. Y que la gobernabilidad del país se encuentra en un callejón de difícil salida, pendiente de un prófugo de la justicia como Carles Puigdemont y de sus eventuales acuerdos con Pedro Sánchez, vencedor contra todo pronóstico del plebiscito sobre su persona en el que se convirtió el 23-J. El presidente en funciones confía en sortear la amenaza de un bloqueo y en ser investido sin necesidad de repetir los comicios. Aunque ha dado sobradas muestras de su habilidad para tejer inverosímiles mayorías con socios insospechados, las exigencias de máximos de Junts –una amnistía por el 'procés' y un referéndum de autodeterminación– son tan flagrantemente contrarias a la Constitución y tal la inflexibilidad habitual de ese partido que, si no rectifica, el reto se antoja muy complicado. No por ello hay que descartarlo, pese a que el escaño ganado por el PP al PSOE en el voto CERA realza el peso de Puigdemont y los suyos al obligar al líder socialista ahora a ganarse su 'sí' para continuar en la Moncloa.
El PSOE afronta sin prisas el proceso de negociaciones. Mientras, el PP se esfuerza en digerir un revés mayúsculo, fruto de su exceso de confianza en una arrolladora victoria y de una errática campaña en la que no supo advertir el temor que estaban suscitando la posibilidad de un Gobierno con Vox dentro y los estrambóticos mensajes y decisiones de sus aliados en comunidades y municipios. Alberto Núñez Feijóo intentará la investidura para visibilizar su condición de candidato más votado, aunque la tentativa está hoy condenada al fracaso. Así, solo existen dos alternativas: la reedición de la variopinta mayoría que ha sostenido hasta ahora a Sánchez con el añadido del independentismo radical de Junts, lo que asegura mayor agitación, o nuevas elecciones. Por desgracia, la crispación instalada en la política española, de la que la encarnizada campaña ha sido buen ejemplo, aleja la hipótesis de un necesario entendimiento entre los dos grandes partidos sobre cuestiones de Estado gobierne quien gobierne. El país precisa una estabilidad que no se vislumbra en el horizonte y que habrían de procurar el PSOE y el PP con o sin un previo paso por las urnas.
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