Cannabis con receta
El uso de este compuesto con fines medicinales en España amplía los tratamientos paliativos de enfermedades severas desde el rigor clínico
España se ha sumado a la larga lista de países que autorizan el uso del cannabis con fines medicinales, en este caso, administrado siempre con receta por especialistas y bajo la estricta supervisión de un hospital. Anunciada por el Consejo de Ministros por la vía del Real Decreto, se trata de una medida sin precedentes en la lucha contra enfermedades severas que deberá hacer frente con todo el rigor clínico y científico a las reacciones contrarias o muestras de recelo suscitadas por su prescripción. La utilización de medicamentos que contengan este compuesto está llamada a constituir un necesario avance en la búsqueda de tratamientos terapéuticos que mejoren el estado de salud de los pacientes, especialmente de los más vulnerables por la gravedad de sus dolencias.
Aunque no las concreta, el cannabis medicinal está concebido para mitigar el sufrimiento allá donde otros fármacos no han llegado aún: epilepsias graves, esclerosis múltiples, el dolor crónico o los duros efectos adversos de una quimioterapia. Solo los enfermos aquejados de males tan incapacitantes conocen la vital importancia que tienen las terapias paliativas, sustentadas por garantías médicas, para frenar su tormento y mantener una calidad de vida digna.
La administración de esta sustancia para casos concretos despeja también un confuso terreno. Los componentes de THC y CBD del cannabis, que vienen a ser los responsables de la sensación de euforia y relajación, respectivamente, estarán regulados en la futura medicación por criterios clínicos, lo que supone una clara y necesaria división entre el uso terapéutico del cáñamo y el lúdico, cuya legislación está más diluida. El control médico permitirá a los enfermos que opten por la alternativa científica evitar otros medios con más riesgos en busca de un remedio. Entre ellos, las tiendas con derivados de CBD que tanto han proliferado, el mercado clandestino o las asociaciones de usuarios que, haciendo un uso terapéutico, han acabado envueltas en conflictos judiciales.
El reto de la sanidad sigue siendo la inversión en investigación. Solo el esfuerzo público, en colaboración con laboratorios y farmacéuticas privadas, tiene la capacidad para mejorar la lucha y prevención de enfermedades. La salud no sólo exige ciencia, sino aplicar sus avances desde el rigor para garantizar los tratamientos y evitar errores mayúsculos como los que sufren 2.000 mujeres en Andalucía, angustiadas por retrasos en los diagnósticos del cáncer de mama.