Editorial: El Rey, en la diana
Sánchez cometerá un serio error si permite los ataques de sus socios a la Corona, y la derecha, si pretende apropiarse de ella
Aparte de falaz, es inaudito que un ministro acuse en público al Rey, sin mediar motivo alguno para ello, de «maniobrar contra el Gobierno democráticamente ... elegido» y de incumplir así «la Constitución que impuso su neutralidad» política. Esa burda manipulación del comportamiento de Felipe VI, plenamente escrupuloso en todo momento con su función institucional, tiene mayor trascendencia que la que parece atribuirle Pedro Sánchez al incluirla en el listado de comprensibles «discrepancias» entre los dos socios de un Ejecutivo de coalición. El presidente ha sido inequívoco al recordar su «rotundo» y «determinante» compromiso con la Monarquía, aunque tardara una semana en hacerlo y eludiera una desautorización expresa a Alberto Garzón. Con el titular de Comercio se ha confirmado que merecer el unánime reproche de la oposición es un mecanismo infalible para blindarse en un puesto oficial.
La debilitada imagen de la Corona tras el escándalo sobre la fortuna de dudoso origen escondida por Juan Carlos I en paraísos fiscales pretende ser utilizada como palanca por los partidos contrarios al pacto constitucional en el que se asienta el actual sistema democrático para dinamitar los equilibrios en los que se fundamentó la Transición. Sánchez y el PSOE han reiterado su apoyo «de principio a fin» a ese histórico consenso. No hay motivos para cuestionar su sinceridad. El problema reside en que quienes desean torpedear lo que despectivamente llaman «el régimen del 78» son sus aliados, que han lanzado una insólita ofensiva contra la Jefatura del Estado que habría merecido una respuesta más firme.
La Monarquía de todos ha de situarse al margen de las controversias partidistas y ejercer de forma impecable las tareas que le asigna la Carta Magna. Así lo ha hecho hasta ahora. Endosarle un falso alineamiento con la derecha, como pretenden Unidas Podemos y grupos nacionalistas, es una maniobra torticera para erosionarla. Sánchez y el PSOE se equivocarán si anteponen el silencio acrítico ante los ataques de sus socios para no incomodarles a la defensa de las instituciones con la contundencia que requiera la ocasión. Constituiría un mayúsculo error dejar el monopolio del apoyo a la Corona al PP, Vox y Ciudadanos, como lo sería una sobreactuación de estas formaciones para apropiarse de la figura del Rey. Dar ese paso equivaldría a hacerle el juego a Pablo Iglesias y su pretendida «república plurinacional».
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