Donald Trump en sus laberintos
«Turquía pretende aplicar la solución radical de la cuestión kurda: aniquilar a los kurdos al este del Éufrates»
No es posible que un hombre estúpido logre engañar a tanta gente durante tanto tiempo, ni es probable que Donald Trump esté loco, a pesar ... del absurdo estilo con que despacha cada día sus mensajes. Es cierto que su lenguaje tan barroco descubre la entraña de un superego irrefrenable sin temor al ridículo: –«Hablo siempre desde mi grande e inigualable sabiduría». Así alimenta Trump las angustias de su electorado, con la tempestad desatada del proceso parlamentario de su destitución y la prensa hostil sacudiendo estopa cada mañana desde la mancheta hasta la última página.
Nunca hubo en Estados Unidos tanta unanimidad periodística a la hora de denigrar las capacidades de un presidente y su talante desordenado para gobernar al país más poderoso de la Tierra; sin embargo, el imprevisible Donald Trump encuentra cada mañana la mejor curva para zafarse del acoso permanente que soporta en algún lugar indeterminado de la Casa Blanca o de alguna de sus fastuosas residencias. Ese arte de la improvisación permanente encubre el peligro de ser juzgado por la Cámara de Representantes y su destitución si se llegaran a aprobar sus cambalaches para llegar y mantenerse en el poder con la ayuda secreta de un gobierno extranjero.
Trump habría solicitado al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, que investigara un supuesto caso de corrupción en aquel país para involucrar a una empresa de Hunter Biden, hijo de Joe Biden, exvicepresidente de EE UU y ahora candidato a la presidencia por el Partido Demócrata. Con sus reflejos de jugador de póquer, Trump cambió de parecer y manifiesta su disposición a colaborar con la comisión parlamentaria de investigación, abriendo la ventana de la duda sobre su culpabilidad en esa trama de espías.
La batalla política es sangrienta y el tornadizo presidente, hábil en ardides como un héroe homérico, ha ordenado la retirada de sus soldados en Siria, la única guerra abierta en la que hoy está involucrado el Pentágono. Con un vendaval de mensajes ocurrentes, declaraciones fugaces y tuits satíricos, ha justificado su decisión de traicionar a los aliados kurdos, que el Pentágono adiestró y armó para vencer al ISIS (Estado Islámico), cuyos comandos yihadistas controlaban hace dos años la mitad del territorio de Siria. He aquí las razones de esa felonía que entrega las milicias kurdas a una masacre cierta a manos del ejército turco, lanzado a un ataque destructor y sin contemplaciones por el presidente Recep Tayyip Erdogan.
Sostiene Donald Trump en su mensajería desbocada que esa guerra de los kurdos, librada contra la pretendida anexión por Turquía de su territorio, el denominado Kurdistan sirio, es un asunto de luchas tribales «ancestral y ridículo», sin interés alguno para los Estados Unidos. Y en un arranque de sarcasmo, censura a los kurdos acusándolos de traidores «porque sus soldados no participaron el Día D en el desembarco de Normandía». Por ridículo que suene, cualquier ocurrencia o bravata dirigida a sus votantes más ignaros le es útil a Trump para salir del lodazal en el que se está hundiendo mientras prepara la campaña para su reelección.
Con una dudosa promesa de Erdogan, la de respetar en el ataque a la población civil, Trump ha ordenado la retirada de los soldados norteamericanos, un millar, para asistir al espectáculo bélico como simple observador. Su lenguaje excesivo y de palabra gruesa («si Turquía hace algo que, en mi inigualable sabiduría, considero yo está fuera de los límites, destruiré la economía de Turquía», asegura Trump) vela la hipocresía de su cómoda estratégica y oculta el verdadero peligro: jamás los países democráticos de la OTAN se habían enfrentado a la situación catastrófica de que uno de sus miembros lleve a cabo una agresión contra un enemigo con el fin de ocupar otro país al que no le ha declarado la guerra.
La aberración crece, porque Turquía, país candidato al ingreso en la Unión Europea desde hace treinta y dos años, amenaza a sus socios militares europeos con otra avalancha de emigrantes: «Abriremos las puertas y tres millones y medio de refugiados y emigrantes se derramarán sobre Europa», avisa a sus aliados de este lado del Bósforo el presidente Erdogan, él mismo descendiente de emigrantes georgianos.
En su galopada imperialista, recuperando la ideología del islamismo radical («las mezquitas son nuestros cuarteles; los minaretes, nuestras bayonetas, y los creyentes, nuestros soldados»), Erdogan pretende revisar a cañonazos la historia del imperio otomano y volver a dibujar su mapa, roto por la Primera Guerra Mundial. Nunca perdonó Turquía al presidente Obama su colaboración con el brazo armado de las fuerzas kurdas de Protección Popular (YPG), consideradas por Ankara organizaciones terroristas, que se fraguó al comenzar la guerra de siria en los Acuerdos de Múnich. En la fase definitiva de ese conflicto bélico y con la venia de Donald Trump, Erdogan se propone aniquilar el ejército kurdo y marcar nuevas fronteras de seguridad, ocupando una amplia franja fronteriza del territorio sirio. Como en los años de la desmembración del imperio otomano hace un siglo, Turquía pretende aplicar la solución radical de la cuestión kurda: aniquilar a los kurdos al este del Éufrates.
Hay otra guerra en ciernes en ese espacio incendiado del Oriente Medio, la declarada por Irán a Arabia Saudí con el lanzamiento de drones y misiles contra sus campos petroleros e instalaciones de procesamiento del crudo. Se despierta ese avispero y la estrategia del poderoso está en manos de un voluble personaje que colecciona ocurrencias y decisiones caprichosas. La confusión que Trump ha sembrado, con la retirada de las fuerzas estadounidenses del norte de Siria y el paso franco a la ambición de Turquía, es inaudita y sin precedentes. Los iraníes se envalentonan, los países árabes están asustados, Israel vigila receloso, Rusia pisa más fuerte en la región, Europa escucha el vendaval cerrando los ojos, el ejército turco ataca a su ancestral enemigo y las milicias kurdas soportan una traición que pronto podría ser tragedia. El líder mundial, lejano e impredecible, se retira del campo de batalla porque no quiere participar en una guerra arcaica y tribal.
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