Dictablandas
«Una dictadura es una dictadura, por más matices que algunos quieran añadir»
Por algún motivo de difícil entendimiento, hay demócratas que sienten urticaria cuando tienen que ligar un concepto político como «dictadura» a un determinado ejemplo. Es ... de suponer que en su mente tienen claro que una dictadura es un modelo autoritario en el que se recortan, según el albedrío del mandamás, los derechos que en esta Constitución nuestra se configuran como fundamentales. Ojo, «fundamentales». Que la palabra clave no es «importantes», «relevantes» ni «derechos que no están mal». Que son los argumentos principales de algo, dice nuestro querido diccionario. Vamos, que si no hay derechos fundamentales, no hay democracia que valga. Y en esos están la libertad de expresión, de circulación, de culto, la igualdad ante la ley...
Son unos derechos tan 'sine qua non' que el Tribunal Constitucional, con un debate complejo y votos particulares bien argumentados, ha llegado a decir que ni con la excusa de una pandemia letal se pueden coartar sin las debidas herramientas y garantías.
Hay pocas dudas, por tanto, de qué es una democracia –con sus imperfecciones– y qué es una dictadura. Y Cuba lo es. Como lo era la España franquista. Ocurre, sin embargo, que a los demócratas de léxico timorato se les espesa la lengua cuando tienen que adjetivar como dictatorial a una dictadura. Y te sale Pablo Casado con sonrisa petrificada mientras Camuñas farfulla que si la República y que la pegué porque era mía y se lo merecía. O Pedro Sánchez diciendo que Cuba «no es una democracia», pero sin decir «dictadura» para que los recortadores de derechos fundamentales de ultramar no se molesten.
Una dictadura es una dictadura. Y ningún demócrata cabal debería suavizarla, hasta dejarla en «dictablanda», por más matices que algunos quieran añadir.
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