Nos colamos en el sueño febril de un chamán que ha fumado ayahuasca y se despierta en el corazón de Valladolid, en un antiguo convento ... que huele a incienso viejo y a barro milenario, perfecto para acoger 185 piezas que vienen de más de 40 culturas prehispánicas y conforman la muestra 'Alma de América' en la sala de La Pasión. Desde las primeras sociedades que moldearon vasijas hace cuatro mil años hasta los imperios inca y azteca, que coincidieron cuando Colón y otros pisaron tierra firme, todos estos escenarios precolombinos han sido coleccionados y preservados por Roberto Pérez Traspalacios, investigador y empresario cántabro extraordinario que ha pasado toda su vida coleccionando estos tesoros con la ayuda de antropólogos yanquis de Massachusetts.
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La exposición es un himno al artesano convertido en artista. Vasijas que parecen autorretratos de diosas madres, esculturas de jaguares que nos escrutan como si conociesen nuestras debilidades, máscaras funerarias propias del mejor carnaval de Río y que escoltaban almas al más allá o la perfección de un ídolo olmeca que parece haber sido esculpido con un bisturí láser, no con obsidiana. El viaje se divide en 'El nacimiento del mito', donde las deidades bailan con animales totémicos; 'La arquitectura del poder', con arquetipos de reyes-sacerdotes y guerreros que posan con la dignidad de un gran monarca ilustrado; y 'La mediación con lo trascendente', clímax chamánico, con sacrificios rituales que nos recuerdan que lo sagrado siempre se ha visto salpicado de sangre y a éxtasis. Al lado, en la sala de Las Francesas, 'Mundus Novus', exhibe las crónicas de conquistas, los mapas que tiemblan y hasta ediciones del Inca Garcilaso, el mestizo que tendió un puente entre dos mundos, como el de esta exposición que nos descubre una América no victimizada ni exótica, sino la fuerza que obligó a la Vieja Europa a mirarse en un espejo de jade y oro.
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