Ribera del Duero, ribera del cine
«Valladolid sueña con ser capital europea del cine mientras lidia con el yugo de la precariedad –salas que cierran y productores y directores que migran a lugares más 'cálidos'–, con la resistencia como seña de nuestra identidad»
Valladolid, urbe de pórticos y sombras alargadas moldeadas por un viento del norte que susurra secretos y leyendas, tenía que ser la ciudad de la ... sala oscura. Son setenta años, setenta ediciones de la Seminci que, como un buen vino de la Ribera, madura en las bodegas de nuestra memoria cultural, sin perder ni un ápice de su buqué rebelde. La Seminci nos recuerda que el cine, último bastión del debate humanista, evoca un instante de la niñez, de nuestra infancia vallisoletana, cuando el Teatro Calderón no era todavía epicentro de esta fiesta fílmica, sino un templo donde resonaban los ecos de los westerns de John Ford, los estrenos de los grandes dramas de King Vidor o la llegada de las estaciones espaciales de las galaxias. Hoy, esta edición rinde homenaje a la historia también, con el ciclo Dos orillas y, cómo no, la Controversia de Valladolid como trasfondo, que conmemora los 475 años de aquel pulso moral entre Bartolomé de las Casas y Ginés de Sepúlveda en estas mismas tierras.
El festival nos ofrece 225 títulos. Habrá Espigas de Honor para la francesa Mia Hansen-Løve y para Luis Callejo, vallisoletano de pura cepa que encarna la rudeza castellana con la ternura de un Quijote moderno. Proyecciones especiales de Michel Gondry, con su delirio onírico, o de un Pierce Brosnan reinventado; documentales sobre David Delfín y su estética punk, o sobre Isabel Coixet y sus diálogos con el exilio interior, recordándonos que el pensamiento crítico no es un lujo, sino el oxígeno de una ciudad: Valladolid sueña con ser capital europea del cine mientras lidia con el yugo de la precariedad –salas que cierran y productores y directores que migran a lugares más 'cálidos'–, con la resistencia como seña de nuestra identidad. Que la noche castellana y el Duero sean testigos de ello, con el maridaje del caldo apropiado, faltaría más.
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