Entre el cielo y la Tierra: la nueva carrera del espacio
«Su objetivo no es hacer realidad el ideal renacentista de expandir hasta el infinito las humanas facultades; no es un viaje interior de perfeccionamiento»
Los antiguos creían que quien dominaba el cielo poseería la tierra. Por eso, convenía estar a bien con aquellos dioses y diosas que encarnaban estrellas ... o planetas, llevando –además– sus mismos nombres. Todos los sacrificios y ofrendas eran pocos para contentarlos y obtener sus dádivas o protección. ¡Quién iba a pensar que siglos y siglos después ese mito iba a seguir funcionando! Y que, precisamente, mantendría su plena vigencia no entre masas fanatizadas y entontecidas, sino entre las élites intelectuales o los líderes de algunas de las más grandes empresas mundiales de la actualidad. Los que parecen estar obsesionados por viajar a través del espacio para poner bajo su control cualquier territorio que pisen sus pies –o en donde aterricen sus naves– son los magnates de las nuevas tecnologías: tipos como Musk, fundador de Tesla; Bezos, el genio de Amazon; o Branson, impulsor de Virgin Galactic.
Estos profesionales de la ambición, estos visionarios del negocio a una escala, primero, global y hoy, ya, interplanetaria, se ven a sí mismos como soñadores del futuro. Así, ha declarado Branson: «Siempre he sido un soñador. Mi madre me enseñó a no rendirme nunca y a alcanzar las estrellas». Y resulta –ciertamente– muy simbólico o significativo que los adalides de la hipermodernidad, los manipuladores de las mayores innovaciones tecnológicas pugnen entre sí; que, rehenes de un viejo mito, preparen su particular asalto a la «privatización del cielo»: como extensión de la batalla que han venido manteniendo, hasta salir victoriosos, por una apropiación previa del espacio virtual. Para ellos, pues, esto significa pasar –en cierto modo– de lo irreal a lo real; pero recorrer la galaxia y llenarla de banderas comerciales, o convertirla en una serie de solares acotados por marcas para explotarlos, no es del todo realista. Ni tampoco idealista. Tiene tanto de ficción como lo tenía el ciberespacio cuando comenzó a ser conquistado, justamente, por los mismos dueños que pretenden –ahora– enseñorearse del universo; o, al menos determinar cómo será organizado una vez descubierto. En fin, un porvenir poco deseable que nada tendría que ver con el imaginado por los verdaderos iluminados que soñaban con una humanidad unida y en continua superación que llegaría a elevarse sobre los astros. Mirando hacia atrás, no podemos sino recordar aquella frase que habla de cuál es –o en qué consiste– la auténtica nostalgia: no la del pasado, que resulta tan fácil, sino la que sentimos por un futuro que sabemos que nunca será. Un futuro sepultado por los tres tenores de las finanzas.
Bezos escenificó, vestido de astronauta, el triunfo sideral de su proyecto; Musk ha declarado su intención de fundar megaciudades en Marte; Branson se propone exportar al espacio el modelo terrestre de aerolíneas, con trayectos a velocidad supersónica y paquetes turísticos que incluyan la estancia en sus propios hoteles; una cadena de residencias futuristas que –es de suponer– estarían diseminadas por los diversos planetas. Porque –desde luego– no se trata de que la gente sea mejor o más feliz en la tierra, lo que sería un objetivo encomiable: lo que ambicionan los millonarios mencionados se resume en encontrar un mundo inédito del que apropiarse para exprimir sus potenciales riquezas; para conseguir ser aún más poderosos.
Por lo que no luchan estos emprendedores –adelantándose a su tiempo– es por el 'cielo humano', por la capacidad del hombre o/y la mujer para desarrollarse ilimitadamente; en definitiva, su objetivo no es hacer realidad el ideal renacentista de expandir hasta el infinito las humanas facultades; no es un viaje interior de perfeccionamiento; es viajar hacia fuera, hacia lo desconocido, hacia un nuevo orden de cosas que da la impresión de que va a intensificar el mismo que ya impera –cada vez más– aquí, en nuestro planeta: la desigualdad, el desprecio hacia los desfavorecidos, el uso y abuso de unos por otros. Esperemos que ese –cambio intergaláctico– que propugnan no traiga consigo una deshumanización que nos aleje de lo que verdaderamente nos hace crecer: la búsqueda del conocimiento, de la verdad y la justicia.
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