Flotemos
«Estas iniciativas vienen a sacar de su aburrimiento a unos gudaris que echan de menos el crimen bajo excusa política»
El exhibicionismo admite muchas modalidades. En el ámbito marítimo, a motor o a vela son las versiones más habituales. Dejarse ver, llamar la atención, nos ... remite, en muchos casos, a los manuales de salud mental o, qué contraste, a los Presupuestos Generales del Estado. Aunque sea con cargo a los de hace varios ejercicios, dado el inconfesable naufragio del actual Gobierno de la nación.
La flotilla propalestina, comandada por terroristas de ETA y otros personajes de diverso pelaje ideológico (cuyos postulados necesitan el enfrentamiento ciudadano, su carencia de medios dignos de supervivencia y alteraciones en la percepción cultural de la existencia de sus bases sociales) han protagonizado una pasarela flotante, plácida por otra parte, más allá de solicitar el acompañamiento de un buque de la Armada para su (innecesaria) seguridad.
Quizá pudieron emprender un camino en defensa de los derechos de la mujer afgana… A ver qué tal les recibían los talibanes. O acudir a Ucrania… Pero no, se me olvidaba, que a los ucranianos la izquierda les recomienda que se rindan. A los palestinos no, porque de su dolor (tan injusto, qué duda cabe) obtienen réditos políticos impagables.
El caso es que la performance acuática (entiendo que no contaminante para las aguas que han atravesado) ha evidenciado uno de los vectores en los que la izquierda mejor se maneja, aunque el resultado efectista ya va colando menos. El del exhibicionismo de la bondad, ejercicio que por histriónico siempre sugiere una intoxicación –raramente reversible- de soberbia, elemento catalizador necesario para seguir postulando su (impostada y calculada) superioridad moral.
Esta flotilla ha supuesto la continuación de las algaradas frente a la Vuelta Ciclista, cuya cabeza coordinadora también atendía a la filiación de un etarra, tesorero, pero etarra a fin de cuentas.
Estas iniciativas vienen a sacar de su aburrimiento a unos gudaris que echan de menos el crimen bajo excusa política, pues la naturaleza criminal no es tan fácil opacarla, ni quiera con los buenos sueldos públicos que cobran muchos por ejercer como representantes en instituciones democráticas.
En realidad, nunca, j(h)amás han abdicado del uso de las armas, y el terrorismo de germen palestino y el también carácter criminal de Netanyahu no dejan de ser un territorio dialéctico en el que se mueven como pez en el agua. Como imagen comercial, bien podrían haber pintado en sus naves una serpiente marina. Y como eslogan, Flotemos. Tienen que seguir remando, su nueva casta tiene mucha clientela a la que atender.
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