Celebrar
Celebrar ha de partir de una intención incondicional de disfrutar lo que tenemos a mano. Incluso hasta donde nos alcance la mirada
Confieso, en estos lances de recibo, que no soy yo de pasarme con el alcohol. Quizá por no necesitar más impulso que el propio para ... ser consciente de la alegría como combustible irrenunciable para una existencia satisfactoria. Medir el castigo siempre permite continuar a buen ritmo, y embestir cuando sea menester, hasta el final de la faena. Lo que no impide, en modo alguno, que uno de mis libros de cabecera sea Don de la ebriedad, del poeta zamorano Claudio Rodríguez. A veces la claridad procede de una sacudida que borra los caminos conocidos. Y los botones habituales.
Las fiestas, desde las más populares hasta las de carácter más cosmopolita, poseen una innegable relación con el alcohol. Y sus connotaciones. Pero hay, debe haber, algo más. Incluso, por qué no, los momentos de alborozo existencial deben celebrarse de modo espontáneo, o con premeditación y alevosía, al margen –e incluso contra– los días de oficialidad festiva. Esos en los que parece que la diversión es necesaria, por obligatoria. Y que emerge sola.
Nadie sensato afronta la vida como una sucesión de secuencias divertidas. Aunque, creo que es así, mantener una consciencia celebrativa del paso de los días, con un sustrato religioso, espiritual o ético, debería ser una cariñosa imposición de cada uno para consigo mismo. Esto, claro, resulta fácil escribirlo, y hasta realizarlo, en un contexto personal, familiar y social de calma. Quienes viven sometidos a la dureza de un conflicto bélico, o la hostilidad radical de soportar no ver cubiertas necesidades vitales básicas, no se encuentran en condiciones de esbozar una sonrisa natural.
Por eso, cada vez que una comunidad social convoca sus fiestas deberíamos sentirnos llamados a desterrar hábitos que impiden celebrar con sinceridad y autenticidad la singladura que cada ser vivo debe trazar con unas cartas de navegación que no siempre están claras, que padecen errores de imprenta o que, puede pasar, las hemos cogido del revés. La vida, sí, tienes sus complicaciones. Pero no en pocas ocasiones la enrevesamos aún más casi por capricho. Como por deporte.
Y no. Celebrar ha de partir de una intención incondicional de disfrutar lo que tenemos a mano. Incluso hasta donde nos alcance la mirada. Que los prejuicios y las ideologías no colonicen el ánimo y las emociones. Hay que saltarse a la torera esas imposiciones que persiguen el voto cautivo de nuestra satisfacción vital.
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