Castilla y León, tierra de experimentación
El experimento al que se sometió a esta comunidad, con unos comicios incomprensiblemente precipitados, constituyó el comienzo de un 'nuevo ciclo'. Una época en que los troyanos introdujeron el caballo que les regalaban los griegos en su ciudad
Ya dio bastante que hablar, tras la celebración de las últimas elecciones en Castilla y León, que García Egea se apresurara a comparecer ante los ... medios para colocar un discurso tan voluntarioso como triunfalista: el resultado electoral marcaba –según él– un hito en el 'nuevo ciclo' de victorias que llevaría al PP a la Moncloa. ¡Qué lejos parece todo esto! ¡Y qué erróneo resultó el vaticinio del exsecretario! Cabe –además– recordar que el propio García Egea –junto a Pablo Casado– se habían volcado en la campaña de los populares por estas tierras, aunque sólo el primero compareció en público aquella noche. Lo que hacía pensar que el presunto éxito no lo fue tanto, por mucho que ambos se multiplicaran en itinerarios entre vacas e instalaciones agroalimentarias.
Pero en algo sí que tenía razón Egea, sin saberlo. El experimento al que se sometió a esta comunidad, con unos comicios incomprensiblemente precipitados, constituyó el comienzo de un 'nuevo ciclo'. Una época en que los troyanos introdujeron el caballo que les regalaban los griegos en su ciudad. Queda por conocer si, de acuerdo con lo que suponen los más optimistas, la entrada de Vox en el gobierno de la Junta acabará desgastando a la formación neófita –como habría sucedido con Ciudadanos o Podemos– al tocar el poder de la mano de un 'hermano mayor'. Es decir, si una vez más, el grande acabará aplastando y comiéndose al pequeño. O, sin embargo, el recién llegado devorará al anfitrión que lo ha acogido como, conforme a los cantos homéricos, ocurrió –con el truco del mencionado caballo– entre troyanos y aqueos.
En cualquier caso, y a juzgar por lo visto, ellos –Pablo y Teodoro– eran parte del 'viejo ciclo'. Y, por eso, los apartaron. La pregunta –ahora– es acerca del sentido del nuevo rumbo que emprenderá el que sigue proclamándose como más importante partido conservador de España. Porque hay una disyuntiva clara: alcanzar el poder con Vox o sin él (e incluso a pesar de los de Abascal). ¿Quizá Casado y Egea eran de verdad una garantía de no pactar con la extrema derecha, como ha afirmado el presidente del Partido Popular Europeo? ¿Estaba tan mal informado cono aseguran algunos o sabía Tusk muy bien de qué hablaba?
Casado había adelantado que el PP no iba a favorecer la llegada de Vox al gobierno de Castilla y León. Claro que puede dudarse de la firmeza de esa declaración, debido a los precedentes en comunidades autónomas donde el PP gobierna –precisamente– gracias a los pactos con Vox como aliado externo. Pero, fuera la que fuese la opción que –de todas formas– hubiera tomado la cúpula anterior del PP, da la impresión de que este partido ha cruzado el Rubicón de las alianzas con Vox y que, a partir de ese momento, el centro, o –dicho de otra manera– la posibilidad de postularse como una formación política moderada, está más lejos que estaba. Como también parece que la cuestión de la gobernabilidad en Castilla y León no habría sido un asunto ajeno a la cascada de acontecimientos que sacudió los cimientos del PP durante un par de frenéticas semanas.
Por supuesto que había otras razones para que las cosas estallaran tan rápida y sorprendentemente dentro del partido: así, la lucha soterrada entre facciones que venía arrastrándose desde que Rajoy dejó su jefatura y los partidarios de Soraya Saénz de Santamaría y María Dolores de Cospedal se enfrentaron en un duelo feroz que favoreció a Casado, tercero en discordia. Igualmente ha pesado la tensión entre la presión o influjo de los llamados barones regionales, con su realidad concreta de un poder territorial, y los afanes –no exentos de hipérboles– de controlar al PP de modo centralista por parte del antiguo equipo rector.
En este aspecto, no restan muchas dudas de que Feijoo, por su misma procedencia, se presenta más como un partidario de la descentralización del partido que de lo opuesto. Pero ¿puede esto causar una atomización del PP en el futuro? Lo más curioso de esta reciente historia es que, si la guerra en Ucrania hubiera empezado unos días antes, probablemente no se hubiera producido el recambio brusco que tuvo lugar en una extraña y larga noche de febrero.
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