Los apoyos
Crónica del manicomio ·
«El suicidio no es una enfermedad médica. Más bien es una mezcla imposible y heterogénea de rebelión, violencia, decisión, desesperación y libertad. Un batido de vida y muerte, que nos condena y nos protege a la vez»Durante los últimos meses, hemos asistido al esfuerzo de todas las Comunidades por impulsar una estrategia de prevención del suicidio que, vista desde la distancia, ... despierta bastante curiosidad. Si uno se deja guiar por el sentido común, la única prevención posible del suicidio es indirecta y apunta simplemente al bienestar que pueda derivarse de cultivar los valores de la Ilustración: libertad, igualdad y fraternidad. Una idea que durante el siglo pasado se le habría ocurrido de inmediato a cualquiera, pues por entonces todos los problemas importantes se subordinaban enseguida al cumplimiento de los principios democráticos. Y también porque no se huía aún, como gato escaldado, de las justas advertencias y críticas del marxismo, que sin duda las contiene pese a su deriva totalitaria. Ahora, en cambio, se despolitizan enseguida estos asuntos personales y se trasladan a un espacio más cómodo que, ante todo, sea compatible con la lógica del mercado. Todas las soluciones se enfocan sobre el bastidor del consumo, del vendo y compro, que también sostiene el sistema sanitario. El capitalismo no indulta ni hace excepciones con nada ni nadie.
Esta negación de lo político, entendido en el sentido más noble de la palabra, arrastra a nuestros representantes al cómodo recurso de retorcer la política con peloteras necias y absurdas que impiden hablar seriamente del suicidio, pues sería como echar leña al fuego de las disputas banas. Acabaría en una bronca por ver quien ha salvado más suicidas. Por eso la prevención del suicidio se desplaza a una reivindicación sanitaria donde se exige, sin muchos rodeos, consumir más psicólogos y atragantarse de antidepresivos.
Sin embargo, el suicidio no es una enfermedad médica. Más bien es una mezcla imposible y heterogénea de rebelión, violencia, decisión, desesperación y libertad. Un batido de vida y muerte que, como la cicuta de Sócrates, nos condena y nos protege a la vez. Y como no es una enfermedad, pero solo se la quiere enfocar como tal, ahí tenemos a la psiquiatría, que es una especialidad despistada y espuria, que gusta de cumplir las veces de basurero y agente de la autoridad, para hacerse cargo de la prevención con la mejor disposición profesional.
A la postre, la conclusión que se propone por parte de la administración, y coreada por el ciudadano, se resuelve contratando más apoyos para el personal. Dado que se enseña de todo, pero no se enseña a vivir y a ser guía y dueño de sí mismo, que era la tarea inicial de la filosofía, necesitamos de un técnico que nos acompañe y nos vaya orientando. Pronto cada vecino necesitará a su lado un tutor de apoyo que le infunda confianza y autoestima y que le ayude a elegir y a desarrollar eso que llaman inteligencia emocional. La familia y el colegio ya no saben o no se bastan para ejercer esta tarea básica, y cuando el alumno llega a adulto reclama enseguida a su lado un auxiliar.
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