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Antonio Verdugo.
Antonio Verdugo bien vale una misa

Antonio Verdugo bien vale una misa

Ejerce como titular en la Parroquia de las Delicias desde el año 2002 como digno albacea de Millán Santos, su predecesor y figura simbólica en la historia vecinal de Valladolid

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Martes, 18 de octubre 2022, 00:12

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No suelo acudir a los oficios religiosos, pero en esta ocasión consideré que merecía la pena. Deseaba contemplar de cerca las condiciones en las que se desenvuelven la vida y las iniciativas llevadas a cabo por Antonio Verdugo Hernando en el barrio de Las Delicias. Frecuento a menudo la periferia de la ciudad de Valladolid, movido por el afán de averiguar los rasgos que la definen, sus problemas, sus transformaciones, las formas de vida de su población y las tendencias que distinguen a estos territorios que mi maestro, Jesús García, definió como «núcleos de extrarradio». No es posible entender una ciudad al margen de lo que sucede en los complejos entornos de borde que rodean las áreas centrales.

La visita detallada a Las Delicias, barrio emblemático en la evolución del urbanismo vallisoletano y que conozco bien, tuvo lugar en la mañana del domingo 9 de octubre, cuatro días después de que el Jurado, del que he formado parte, concediese, en su quinta edición y por unanimidad, al cura titular de la Parroquia de Santo Toribio de Mogrovejo. la Mención Solidario Invisible 2022, que otorga la Plataforma Social de Valladolid. No conocía previamente a Verdugo ni lo conozco aún. Espero hacerlo con motivo de la entrega de dicho reconocimiento. La primera toma de contacto se ha producido con la lectura de su trayectoria vital, plasmada en un curriculum impresionante, que suscita tanta admiración como reconocimiento. A la vista de ese caudal inmenso de aportaciones a la solidaridad sincera con los demás, y en las más diversas circunstancias, entiendo que la sociedad, comenzando por la vallisoletana, debe conocerlo.

En síntesis, los valores más significativos de su labor se centran en dos aspectos que conviene resaltar: por un lado, la coherencia de la labor llevada a cabo a lo largo de toda una vida de dedicación a los más desfavorecidos y en las circunstancias que en mayor medida precisan de la generosidad sin discontinuidades en el tiempo; y, por otro, es igualmente relevante la variedad de contextos geográficos y económicos en los que dicho esfuerzo se ha materializado. Comenzando esa singladura en Peñafiel, se proyectó posteriormente en el mundo sudamericano, con su estancia en la región peruana de Piura, para, de nuevo en España, continuar la tarea en Pedrajas de San Esteban hasta culminarla en la Parroquia de las Delicias donde ejerce como titular desde el año 2002, y como digno albacea de Millán Santos, su predecesor y figura simbólica en la historia vecinal de Valladolid y artífice de un legado y de una forma de entender la función sensible, eficaz y callada del catolicismo más allá de los oropeles y de los horizontes locales.

Precisamente para valorar la dimensión socio-espacial del compromiso contraído con sus problemas y particularidades el recorrido por las calles del barrio resulta particularmente aleccionador. El rumbo libremente emprendido ofrece la imagen de una realidad urbanística impactante, que compendia y transmite de manera contundente las pautas que en los años sesenta y setenta condujeron a un modelo de ocupación del espacio con todas las connotaciones propias de la marginalidad. Bien conocida es la historia de Las Delicias, por lo que huelga detenerse en ella.

Dispongo de tiempo y procedo a hacerlo una vez más. Sigo la calle de Labradores hacia el Sur, a pie, hasta llegar a los bloques que forman el conjunto Aramburu-las Viudas, que nunca dejará de sorprender. Hay mucha vida en las calles y compruebo la variedad étnico-cultural y los cambios producidos en los rótulos comerciales. Variedad de edades y llamativa importancia de la población joven. Tomo un café en una terraza e inicio la conversación con un grupo de jóvenes árabes. Se sinceran conmigo y apunto algunas de sus observaciones. Paseo lentamente por Aaiún, General Shelly, Caamaño y Hornija hasta llegar al callejón que, desde ésta, da acceso a la Parroquia. Pasa ya media hora del mediodía.

No es fácil ver una iglesia con una entrada así. La percepción de la humildad impone. Accedo a la amplia nave en la que está a punto de comenzar la misa. De inmediato observo a Antonio Verdugo solo, sentado, cabizbajo, al fondo, en el último banco de la fila junto a la sacristía tras el grupo de mujeres que ensayan unos cánticos armoniosos. Al recinto van llegando poco a poco personas que acuden a la cita religiosa. En su mayoría son mujeres de avanzada edad. Comienza la misa y llama la atención el carácter participativo con el que Antonio, ya vestido con su casulla verde, la concibe, contando con la colaboración activa e incesante de las mujeres. El sermón no defrauda: habla de los pobres, de la solidaridad, de la paz, de un futuro mejor. Acaba la ceremonia. Me detengo a observar la salida. Se forman corrillos, la gente se detiene a esperar para charlar y sentirse acompañada. No vuelvo a ver a Antonio Verdugo. He tratado de redescubrir Las Delicias a su reclamo. Toda una lección. Regresaré.

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