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Santiago Abascal se fotografía con sus simpatizantes en Sevilla, el pasado viernes viernes Efe
Dados rodando

Vox y la alegre muchachada

«Las fuerzas de la derecha más radical se abren paso triunfantes en un momento de incertidumbre global no especialmente tranquilizador para nadie»

Antonio San José

Valladolid

Martes, 21 de octubre 2025, 07:19

Lo confiesan en privado algunos dirigentes del Partido Popular. Lo hacen como un acto de sinceridad, a medio camino entre el desahogo y la indiscreción, ... pero notas que es algo que les preocupa a medida que el tiempo transcurre y el horizonte electoral se vuelve más cercano: «No nos votan ni los amigos de nuestros hijos, y ellos lo harán porque no tienen más remedio». Sus vástagos son los más jóvenes del cuerpo electoral, los que accederán a ejercer su derecho ciudadano en las urnas en los próximos comicios, adolescentes sin demasiada vocación política pero con una idea clara: su opción es Vox, un partido que ven valiente, autentico y sin complejos. No analizan más ni se paran en detalles. Forman parte de una generación péndulo que reniega de la cultura 'woke' y de todo lo que supuso el 11-M con la irrupción de Podemos y la nueva izquierda. Ellos son lo contrario, la plasmación evidente de una reacción que en política se ha dado tantas veces. Ha ocurrido en los Estados Unidos, sucede en Alemania, en Reino Unido, en Francia, en Italia, en Portugal y casi allí donde se mire. Las fuerzas de la derecha más radical se abren paso triunfantes en un momento de incertidumbre global no especialmente tranquilizador para nadie.

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La semana pasada los adolescentes enloquecían en la Plaza de la Cibeles de Madrid, saludando y abrazando a Santiago Abascal como si se tratara de una estrella pop. Inesperadamente, Vox no se percibe como una formación nostálgica, sino como una opción que arrasa entre los más jóvenes de entre los jóvenes. Comprobado este extremo empíricamente, por la fuerza misma de los hechos, resulta enternecedor comprobar como Sumar, que a veces parece que habita el espacio sideral, propuso suicidamente hace unos meses rebajar la edad legal para votar a los dieciséis años. Quien lo hizo debería de estar anclado, sin duda, en lo que ocurría hace unas décadas, cuando los nuevos votantes se decantaban por el PCE, Izquierda Unida y las opciones más radicales, sin reparar en que los tiempos han cambiado, y mucho, tanto que hoy casi todo ese caudal de nuevos integrantes del censo van a depositar en las urnas las papeletas de un partido de extrema derecha que ellos identifican con la defensa de España.

Ese nuevo voto, en un porcentaje muy significativo, es nacionalista español, contrario a la inmigración, tal y como se gestiona, y defensor de unos valores de ley y orden que para ellos encarna la formación de Abascal por encima de todas las demás. No es ya que ese cuerpo electoral abomine de socialistas, comunistas, nacionalistas vascos y catalanes, antifascistas y el resto del conglomerado de la izquierda, sino que manifiesta sin ambages sus recelos ante un PP al que perciben como una derecha acomplejada. La ley pendular de la política se manifiesta en estos tiempos así, como antes lo hizo con la acampada en la Puerta del Sol, el 'No a la Guerra' y la poderosa irrupción de una pléyade de formaciones a la izquierda del PSOE.

No les pidan ideología, análisis razonado, ni tampoco que aporten propuestas concretas alejadas de los brindis al sol acostumbrados. Se trata de un voto visceral, emocional, arrebatado; en defensa de lo que creen es el futuro de España y sus valores. Adelantan a sus padres por la derecha y son más conservadores de lo que nunca fueron estos. Hoy, Manuel Fraga sería para ellos un sospechoso diletante, pero, con todo, sus votos pueden ser determinantes para calibrar las posibilidades reales del PP. Atentos.

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