Tertulianos o 'hooligans'
«Lo mío tiene poco mérito. Comparado con algunos de mis compañeros, especialmente los más prolíficos, hablar por la radio cada quince días, no me permite sacar pecho»
Si el resto del país trabajara con la misma intensidad con la que lo hacen los tertulianos, a España le iría mucho mejor. La cosa ... se ha puesto tan competitiva que cada mañana hay más de media docena de cadenas radiofónicas emitiendo programas sobre los acontecimientos consuetudinarios que acontecen en la rúa. Al mismo tiempo, otra media docena de canales televisivos hacen lo propio, con la salvedad de que algunos de estos espacios duran más de dos horas, y eso obliga a los forzados analistas a quedarse a vivir en los platós. A mediodía, hay más programas con tertulias, y también antes de comer. Siguen después de la sobremesa, a media tarde y, finalmente, por la noche. A una media de tres participantes por oferta audiovisual en los programas diarios, y sumados los correspondientes a los fines de semana, nos da un resultado del que se deriva que en España hay más opinólogos que periodistas. Las cifras, como el algodón, no engañan.
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Antes de seguir, este cronista debe reconocer que también participa en algunos de estos programas. Pero verán, lo mío tiene poco mérito porque comparado con algunos de mis compañeros, especialmente los más prolíficos, hablar por la radio cada quince días, no es una muestra que permita sacar pecho. Y sin embargo, les confieso que no me da para más. Uno, antes de acudir a casa de Carlos Herrera, por ejemplo, se levanta a las seis menos cuarto de la mañana para estudiar con detenimiento lo que publican los periódicos ese día. Previamente, la noche anterior, he escrito en mi libreta algunas reflexiones después de haber estudiado los temas de actualidad por aquello de no decir melonadas, ni lugares comunes ante más de dos millones y medio de oyentes. Todo por respeto a la audiencia. El mismo respeto que me llevó a dejar de lado las invitaciones de los programas televisivos desde el día en que en una cadena me dijeron: «no sabemos en qué lado situarte». En ese mismo momento, supe que lo estaba haciendo bien como periodista y también que no volvería a participar en el espectáculo grosero de aparecer chillando con la vena hinchada e increpando al de enfrente para que el realizador pueda realizar ese sueño húmedo que es partir la pantalla para enfrentar a dos opinadores en aras de subir la cifra del maldito 'share'.
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En mi limitación, me pregunto cuándo se preparan, leen y estudian esa pléyade de compañeros y compañeras que van saltando de una tertulia a otra sin solución de continuidad, despachándose en una sola jornada laboral dos radios y dos televisiones sin despeinarse. A mí, la verdad, no me cunde el tiempo. Por eso les veo con una cierta envidia, asombrado por el poder de improvisación de algunos y su facilidad para hablar de todo sin cifras, casos, datos ni estadísticas. Como viven delante de las cámaras y los micrófonos, aprovechan las largas peroratas del resto de intervinientes para consultar el móvil, escribir mensajes, hacer la lista de la compra o sacarse unos billetes de avión para la próxima escapada familiar. Literalmente, que yo lo he visto. Algunos de ellos, a veces, justo es reconocerlo, tienden a comportarse, lamentablemente, más como 'hooligans' o 'cheerleaders', del PSOE o del PP, que como los periodistas imparciales que deberían.
A la gente le gustan mucho las tertulias, porque les entretienen. A los directivos de las televisiones les entusiasman, porque llenan horas de programación a bajo coste, y a los intervinientes les fascinan, porque cultivan su ego y llenan su cartera. Son, ya ven, tertulianos sin fronteras.
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