El susto de Yolanda
«Ocurre que el Gobierno de coalición progresista, que lleva un septenio en el poder, tiene en su haber una realidad que no quiere ver, enredando como está en los pactos y repactos con sus socios catalanes y vascos»
Ocurrió el otro día. Estaba en directo, en la radio, y contestando a una pregunta del periodista sobre el incremento brutal del coste de la ... vida, relató que, justamente, la jornada anterior había acudido al supermercado a comprar fruta y que, al llegar a la caja, tuvo que abonar 30 euros, y entonces cayó en la cuenta, como si fuera una epifanía, de que mucha gente no tenía acceso a esos productos porque no se los podía permitir. A punto estuvo de pedir las sales ante aquel susto en la cola del híper. Cabía peguntarle cómo es que ha tardado nada menos que siete años, que son los que lleva en el Gobierno, en darse cuenta de la dramática merma del poder adquisitivo de las familias y también, ya de paso, qué está haciendo ella, desde el Consejo de Ministros, para solucionar esta grave situación
Me imagino el ataque que va a sufrir la vicepresidenta en el momento en el que visite una carnicería o una pescadería. Ahí seguro que va a tener que atizarse un ansiolítico para no desmayarse contemplando los precios. Ocurre que el Gobierno de coalición progresista, que lleva un septenio en el poder, tiene en su haber una realidad que no quiere ver, enredando como está en los pactos y repactos con sus socios catalanes y vascos. Aquí, queridos ministros, hay un tercio de la población que no puede irse de vacaciones por imposibilidad económica. Aquí, estimados miembros del Ejecutivo, exigen familias que no pueden permitirse tomar fruta fresca ni carne ni pescado. De hecho, el derrumbe en la demanda de las pescaderías es realmente reveladora de cómo está la situación. Aquí, señores que nos gobiernan, se han disparado los índices de pobreza infantil y hay situaciones de franca vulnerabilidad, especialmente entre las familias monoparentales.
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En este país en el que no se iba a dejar a nadie atrás (¿recuerdan?), se da la dramática circunstancia de que tener un trabajo ya no garantiza escapar de la vulnerabilidad. A la escalada insoportable de los precios de los alimentos y la cesta de la compra, se suma un incremento indecente de los alquileres de las viviendas y de la compra de pisos. Algo que hasta hace unos años era un esfuerzo económico costoso, aunque accesible para amplias capas de la población, se ha convertido hoy en absolutamente prohibitivo por mor de una especulación obscena y consentida. La vivienda es el principal problema de este país, pero nadie hace absolutamente nada mientras los ciudadanos se preguntan para qué sirve un ministerio con este nombre, incapaz de presentar un plan de acción realista y, sobre todo, efectivo.
Yolanda Díaz y los suyos se preocupan por las libertades, muchas gracias; por que no caigamos en manos de la derecha y por defender la democracia (que no está amenazada en absoluto), pero de remangarse, ponerse manos a la obra y resolver problemas, nada de nada. Es cierto que han subido el salario mínimo, pero hasta eso le ha provocado un plus de sinceridad a Yolanda Díaz, quien confiesa públicamente que con esos ingresos no es posible desarrollar una vida digna, especialmente si se tienen cargas familiares. Dice la vicepresidenta que su objetivo es rebajar la jornada laboral hasta las treinta y siete horas y media, para que tengamos «tiempo de vivir» y también para «cuidarnos». De nuevo, agradecidos, pero tengo para mí que los ciudadanos de este país preferirían poder desempeñarse dignamente en su día a día, tener un piso accesible y acudir al supermercado sin tener que hipotecarse a la hora de pagar.
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