La inmigración como arma electoral
«La política de 'puertas abiertas' de Merkel en Alemania, permitió la llegada al país de dos millones de refugiados que han provocado el colapso del sistema sanitario»
Siempre resulta desalentador comprobar como hay supuestos responsables políticos que despachan, sin reflexión alguna, recetas sencillas para problemas complejos. Esto ha ocurrido, lamentablemente, en España ... con la inmigración desde hace demasiado tiempo. En un principio fueron aquellos 'naifs' que proclamaban la inutilidad de poner reglas porque deberían de venir al país «todos los que quisieran, sin límite alguno». Con frecuencia se habla de las personas que llegan al país como si fueran mercancía, obviando que se trata de seres humanos que necesitan apoyo, medios y el horizonte de una vida digna. Esto, por cierto, convendría no olvidarlo. Todavía estamos esperando a que alguno de aquellos lindos que reclamaban la acogida libérrima y sin tope alguno, ofrezcan su casa y una oferta de trabajo para ser coherentes con sus planteamientos simplistas.
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Este verano, en Canarias, he podido comprobar como centenares de adolescentes y jóvenes deambulan por las calles sin cometido alguno. Vestidos con chándal, zapatillas deportivas y teléfono móvil, viven hacinados en lugares que no están preparados para acogerles y carecen de un plan de formación que les permita aprender un oficio, integrarse y aportar su trabajo a la sociedad. Esto, tan crucial, parece no importarle absolutamente a nadie. Hoy están en las islas y mañana, con un poco de suerte, llegaran a la península, y entonces el paisaje del paseo ocioso será otro, pero los problemas persistirán ante la falta de soluciones para su futuro.
Entre los que llegan hay de todo, como en cualquier ámbito de la sociedad, personas excelentes, que luchan por integrarse y labrarse un porvenir, a poca ocasión que se les presente, y también indeseables que delinquen y muestran un serio problema de adaptación. La utilización de delitos para criminalizar a todo el colectivo es ciertamente execrable y, al tiempo, la negación de una realidad problemática en algunas ciudades y barrios se revela como un ejercicio de voluntarismo sesgado que no conduce a parte alguna. Y así estamos, convirtiendo la tragedia de los más desafortunados en mercancía electoral con la que algunos intentan sacar rédito en las urnas desde las posiciones más extremas e irresponsables.
La política de 'puertas abiertas' de la canciller Angela Merkel, en Alemania, permitió la llegada al país de dos millones de refugiados que han provocado el colapso del sistema sanitario y el aumento de las tasas de delincuencia en las calles, un terreno abonado al surgimiento de una pléyade de partidos políticos populistas y antisistema en toda Europa. La ascensión de Alternativa para Alemania (AfD) es un buen ejemplo de ello. Si miramos al Reino Unido contemplamos la irrupción de Reform UK con un líder, Nigel Farage, que propugna abiertamente ¡deportaciones en masa' y 'prender fuego' a los hoteles en los que el Estado británico acoge a los refugiados. Lo temible es que esta formación se erige hasta ahora, en todas las encuestas, como la más sólida alternativa de futuro en el país.
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Giorgia Meloni, y sus Hermanos de Italia, rivalizan con La Liga, liderada por Matteo Salvini, en la adopción de medidas contundentes con respecto a la gestión del gran número de inmigrantes que han llegado al país en los últimos años. En Francia, Reagrupación Nacional, de Marine Le Pen, es una fuerza imparable que no cesa de subir en las encuestas reclamando mano dura contra los refugiados.
Y España ya no es una excepción. Las perspectivas electorales de Vox en todas las encuestas tienen una relación directa con su postura sobre la inmigración ilegal. El elefante está en la habitación y la solución no es, ni puede ser, ignorarlo.
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